jueves, 30 de octubre de 2008

Cuento conversación para bares: CONOCETE A TI MISMO


Durante una época en mi vida me sentí atraído por las filosofías orientales. Por las artes marciales no, porque, aunque todas al parecer tienen su filosofía, no soy yo muy amigo de ir dándole guantazos y patadas a la gente. Además siempre he pensado que la mejor defensa es bajar de diez segundos en los cien metros, pero como podrán comprobar por el volumen de cerveza en mi prominente estomago, tampoco soy bueno defendiéndome.

Pensé que la filosofía más antigua tenía que ser la china y me compré una versión poética del Tao te kin de Lao Tse. Como no me enteré de nada me compré una versión glosada del Tao Te kin de Lao Tse. Lo poco que había entendido de la versión poética resultó estar interpretado al revés en la versión glosada. Así que decidí que lo mejor era que me apuntase a un curso de filosofía oriental y esto me lo aclararía todo.

Decidí empezar por lo que me pareció más sencillo. El cartel decía CONOCETE A TI MISMO. INTRODUCCION A LA FILOSOFIA ORIENTAL. Impartido por el famoso profesor chinoespañol, o hispanochino como quieran Li Tung Martínez. Yo no lo conocía de nada pero con ese nombre seguro que era famoso, al menos en su colegio todo el mundo lo conocería por el del nombre raro.

Cuando fui a apuntarme al curso, resultó que valía 300 euros por tres días completos con comidas y todo en un hotel de Chiclana Centro, nada de playa, y a dormir a tu casa. Eso sí, para estudiantes valía 290. Como me pareció caro y no era estudiante no me apunté. Pero mientras iba para mi casa en el autobús decidí que no iba a renunciar a aprender algo. Además para conocerme a mí mismo teniéndome tan cerca tampoco hacía falta pagar 300.

Así que decidí irme de marcha conmigo mismo para empezar a conocerme mejor. Hombre, yo creo que es mejor en un ambiente distendido, tomar unas copas, escuchar música. No es que yo quisiera ligar conmigo mismo sino que me parecía más lógico en una primera cita para que no me diera corte hablarme, porque aunque ustedes me ven aquí yo soy un poco cortadillo, encima tampoco sabía cómo era yo mismo, porque si yo mismo era más cortado que yo íbamos a tener que tomarnos unas cuantas para soltar la lengua.

Quedé conmigo el jueves por la noche. Pensé que si a mí me gustaban los cuentos, a mi mismo seguramente también me gustarían y me sentiría más seguro entre los habituales de los cuentos, porque conozco a varios y si la cosa iba mal siempre podría darme plantón a mí mismo y refugiarme en la conversación con mis conocidos. Aunque la verdad me pregunté si yo mismo conocería a la misma gente que yo. Por una parte estaría guay tener amigos comunes conmigo mismo, pero por otra, si yo mismo me ponía a hablar y no me hacía caso poco nos íbamos a conocer. Decidí que me quedaría en el lado de la barra más alejado del escenario y que ya se vería cómo avanzaba la noche. La ventaja de quedar un jueves es que si la cosa no va como a uno le gusta o se ve uno en un aprieto siempre puede decir que mañana tiene que trabajar y que adiós me voy a dormir. (Veo por las sonrisas que alguna ha usado ya esa excusa, no se me ocurrió a mi, me la dijeron).


Llegué al mismo tiempo que yo mismo y eso me gustó, no me gusta esperar ni hacer esperar. Nos pusimos en el lado más alejado del escenario y pedí dos cervezas, una para mí y otra para mí mismo. Claro, como yo y yo mismo somos el mismo y tenemos el mismo cuerpo aunque uno se vea más delgado que otro en distintos momentos y depende de con qué ropa, la verdad es que la cerveza la bebíamos por la misma boca, con lo cual decidimos que en vez de bebernos por turnos la nuestra nos tomaríamos primero una y después la otra, aunque la segunda ya no estaba tan fría.

A pesar de la timidez, del "bueno que" y el "ya ves" y "aquí" y "eso", la cosa no funcionó demasiado mal, y a la mitad de la segunda cerveza ya hablaba con fluidez conmigo mismo, y cogíamos confianza a pasos agigantados. Las pibas eran uno de nuestros lugares comunes porque a los dos nos gustaban las mismas y nos dábamos la razón cuando hacíamos algún comentario sobre los atributos de alguna que acababa de entrar.

A la cuarta cerveza yo creo que podría decir que yo y yo mismo éramos bastante colegas, e incluso con el punto que teníamos, decidimos ligar ahora que estaba el descanso de los cuentos. Fue entonces cuando llegó la primera duda filosófica fuerte, si ligábamos quien estaba ligando, y si llegábamos a los extremos pretendidos, con quién se acostaría ella, conmigo o conmigo mismo, porque no era igual aunque lo pareciera. Para no perder la noche en profundidades decidimos dejar ese discernimiento para cuando no estuvieramos bajo los evidentes efectos del alcohol y conformarnos con lo que en Cádiz se llama "morsegá a las piba", que viene a ser ver lo buenas que están y comentarlo con los colegas, en este caso yo mismo que ya me consideraba bastante colega.

En una de las veces que fui al servicio pensé que en realidad tampoco me estaba conociendo demasiado profundamente pero que por lo menos para una marcha, yo mismo era un tío simpático y divertido, así que me invité a un par de copas más y cuando nos echaron del bar nos tratábamos como colegas de toda la vida. Bueno, en realidad habíamos estado toda la vida juntos, lo que pasa es que habíamos coincidido poco.

Bueno quillo, tu pa dónde va, me dije a mi mismo y me contesté que vivía conmigo, así pude ir charlando hasta mi casa y la verdad es que estuvo bien ese punto filosófico de la charla en plena madrugada por las solitarias calles gaditanas llenas de borrachos, con la ventaja añadida de que no nos quedamos charlando y pasando frío en el portal de ninguna casa.

Ya cuando nos acostamos juntos empezamos a recordar las características fundamentales y que más saltaban a la vista de las chicas que habían estado en el bar ese jueves, y la verdad es que nos empezamos a caldear y llegados a un punto, no se si llamarlo ramalazo gay porque hacerlo con uno mismo aunque uno sea del mismo sexo que uno mismo, no es lo mismo, al menos eso creo yo. Prefiero decir que practiqué el onanismo conmigo y que cuando ya estabamos relajados y a punto de dormirnos dijimos de quedar para otra noche loca, aunque no nos besamos ni nada de eso algunas caricias tiernas sí que nos hicimos.

Pero la verdad es que a la mañana siguiente me dio corte, y no me hablé, y aunque a veces nos reprendemos mutuamente, la verdad es que ya no hemos quedado más, quizás fuimos excesivamente cariñosos para una primera cita, o quizás realmente nos haga falta alguien que nos presente formalmente, algún maestro de filosofía oriental o algo así.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno, de filosofia oriental no sera, hasta porque estoy a tu occidente, pero por aqui decimos que numa primera cita no hay que ir se acostando, así no mas...la mujer que lo hace sera una mujer "facil" y breve el hombre se enojará...
pero, de que hablo yo..! Si yo y mi misma somos de lo mas timidas, buah...:D

sinverweb dijo...

Tío, venga ya, que somos colegas de los dos y nos sabe mal que no os lleveis bien. A ver si quedamos los cuatro y nos tomamos unas garimbitas, para que os reconciliéis, que seguro que ha habido algún endomalentendido. Eso si yo mismo quiero quedar, que estoy últimamente de un casero que no hay quien me saque...

Anónimo dijo...

Tas como un senserro, Gorrión.

Quizofrénico, es lo que tú estás. Quizofrénico y pajillero.

Abrazotes, ya estoy de vuelta.

Elemento dijo...

jajajajaja
jajajajaja (eso no es que me rio sino que me parto)
Mira un día de estos lo pruebo yo también y quedo conmigo pero no me depilaré las piernas, así se que no caigo a la primera que yo soy mu loca jajaja

Juanjo Merapalabra dijo...

Maray, aquí se dice lo mismo, pero de la primera cita con uno mismo no se dice nada, je.

Sí, yo desde aquello también me volví casero don sinver.

Home don micro lo de pajillero se lo acepto pero lo demás me permitirá usté negárselo que un loco que se precie no ha de admitir su locura.

Jeje, elemento quizás fuera mejor quedar con el profesor de filosofía zen :)