miércoles, 28 de mayo de 2008

Para quienes saben cómo es mi cara


Ayer, en el descanso de una noche golfa de Cuentos Calientes en Bornos (Cádiz), una persona del público me sacó el parecido con este personaje. Manolo Shamán, y Manolo Bienvenido estuvieron de acuerdo inmediatamente. Es el profesor Franz de Copenhague. Ustedes qué opinan. Yo no me veo tan parecido ¿no?, ¿o sí? No sé.

sábado, 24 de mayo de 2008

Trabajando Una noche de espanto con Chejóv

El jueves me presenté con Alfonso (narrador, actor, mimo, payaso...) en el café teatro Pay Pay.

El Pay Pay, es el lugar tradicional de los cuentos en Cádiz desde que acabó el espacio "El Club del Cuento". El público va a tomar una copa y a ver una función de cuentos, monólogos, teatro.... Va sólo a ello, me consta que ha costado bastantes esfuerzos educarlo, pero es un público entendido que sabe a lo que va y en un porcentaje alto (al menos dos tercios diría yo) es habitual del sitio.

Esto para el narrador tiene dos consecuencias. La primera es el placer del encuentro en óptimas condiciones. Esto hace que el éxito o el fracaso del encuentro dependa de tu trabajo y no de circunstancias ajenas a él. La segunda es que si cuentas casi todos los meses en ese espacio, los habituales terminan conociendo tu repertorio y piden cosas nuevas, con lo cual, es necesario estrenar, al menos una historia de vez en cuando y, si puede ser en cada encuentro con el público, mejor.

Alfonso y yo tenemos una historia en común, ideada para ese lugar en concreto, que ya casi tiene un año y que hicimos el jueves creo que por tercera vez en el Pay Pay: "Sueño de una noche de verano". Adaptada por una parte para ser contada y no dramatizada, y por otra, trayéndola a la actualidad y como si hubiese ocurrido en Cádiz. El resultado se llama "Sueño de una noche del Carranza" haciendo alusión a la noche de barbacoas del verano. Nos fue bien, tenemos la historia dominada y eso nos permite improvisar y salir y entrar en ella dependiendo del ritmo y la respuesta del público.

Yo estrené en solitario una historia. Me había encontrado con ella por casualidad, en la red además. Es un cuento de Chejóv, de miedo. Chejóv lo cuenta en primera persona, lo sitúa en Rusia, en una época que está lejos de la nuestra. Yo, como soy como soy, me pregunté si esa historia increíble en primera persona, podría pasarme a mí y que la gente que está tomando copas en un garito la creyera como real.

Lo primero que había que hacer era sacrificar los créditos ante el público en general. Si digo que voy a contar un cuento de Chejóv, nadie iba a entrar en la historia. Pero a mí eso no me gusta demasiado, así que decidí no decirlo en el escenario, pero si alguien durante el descanso o después de la función preguntaba, decir la verdad, no me pasó realmente, es una historia de Chejóv adaptada.

Lo segundo, inventar una introducción para que el público pudiera pensar que lo increíble podía llegar a ser cierto. Les hablé de esas cosas que le pasan a uno que superan a la ficción. Aquí tenía una anécdota de un toque que tuvo un colega con el coche, la culpa era del otro, al coche de mi colega no le pasó nada, al del otro tampoco, el otro estaba bajo evidentes signos de haber ido de fiesta, y el otro se empeñó en llamar a la policía..., pero la sacrifiqué porque pensé que la introducción me quedaría larga. Sí, porque este es un primer paso y yo también quería preguntarle al público si no les había pasado algo que después habían dicho "esto mejor no lo cuento porque todo el mundo va a pensar que es mentira o que estoy loco". Y ahí contar lo del ascensor. Imagínense que van en un ascensor y se encuentran con un extraterrestre que les dice un montón de cosas y que llevan años estudiando a los humanos y justo cuando el ascensor para, el extraterrestre se vuelve a teletransportar a su nave. Seguro que ustedes no contarían lo que les acaba de pasar para que no lo encierren. Esa sí la conté.

Ya tenía dos gradaciones de lo increíble para que el público entrase en la historia dispuesto a aceptar que iba a contar algo que parecía mentira.

Pero en un cuento en primera persona hay que entrar desde la realidad. Es mi opinión claro. Yo empecé la historia mezclando la realidad con lo menos real pero creíble para ir hacia lo increíble ya bien dentro de la historia. Para ello le hablé al público de mi vida.

Hace dos años cuando me recién separé hice lo que creo que hacen muchos separados y divorciados: cosas de adolescente. Entre ellas venir a este antro a beber más de la cuenta, recuperar amigos solteros o divorciados y conocer a otros solitarios de mi edad (casi verdad).
Entre las cosas de adolescente que hice fue reunirme con los amigos para hacer espiritismo (risas). Pregunta ¿alguien ha hecho alguna vez espiritismo? bueno mejor dicho, ¿hay alguien aquí que nunca haya hecho espiritismo?

A partir de ahí empieza el cuento de Chejóv. Los nombres tenían que cambiar. Las calles donde vivían mis amigos tenían que ser de Cádiz. Mezclé nombres de narradores que estaban allí con nombres de amigos. Hice un mapa (mental) de donde estaban en Cádiz las casas que habría de recorrer a lo largo del cuento.

Había otro problema. El teléfono. La historia de Chejóv no es creíble porque hoy existen los teléfonos. Inventé una discusión durante la sesión de espiritismo en la que al final se decide que todos apagáramos los teléfonos móviles.

El tiempo en Rusia, en invierno, a las dos de la mañana, no es el mismo que en Cádiz. Bueno yo diría más bien que los gaditanos ni nos lo podemos imaginar. Pero un miércoles lloviendo, de madrugada, con apagón en algunas calles, también podía crear un ambiente de miedo. Además el apagón me ayudaba a crear el efecto de la aparición del primer ataud y de la duda sobre si era una visión o no.


Bueno, estos son los cambios más importantes en el cuento. A medida que lo ensayaba me daba cuenta de que había lagunas entre lo que ocurre en la realidad y lo que era la realidad en mi cuento. Pero decidí que del mismo modo que yo no las había apreciado en un principio, si conseguía que el público se interesase por la historia en sí, ellos tampoco las apreciarían.

El resultado, fue que a mitad del cuento la gente contenía el aliento. Que nadie se imaginó el final de la historia. Que a pesar de lo increíble, incluso gente que me conoce pensó que era verdad por los datos que había dado al principio. Algunos, conocidos y desconocidos del público me preguntaron si realmente me había pasado o me lo había inventado. Así que también pude darle a Chejóv sus créditos. Y algunos narradores me dieron ciertas ideas que seguramente entraran en la historia.

En fin, que salió bien.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Consecuencias del fracaso

El año pasado, creo que en julio, se celebró en el Pay Pay el concurso de cuentos por parejas Adosados. En la final del concurso, aconsejable porque es toda una fiesta del humor y la narración en vivo, un servidor quedó tercero después de un "posible tongo" que parecía preparado de antemano (el tongo digo).

Los narradores bebimos, bueno yo bebí, el resto de narradores también, aunque si como dije en un post anterior, pierdo la cuenta del cuarto al quinto, no sabría decir cuánto bebieron los otros, sólo que yo sí bebí bastante.

Alguno que me conoce sabe que no hace falta que yo beba para que me vaya olvidando cosas por donde voy. Sobre todo un bolsito que no me quiere demasiado y que ya en Madrid me dejé en una pizzería con llaves del hotel y documentación y para volver a encontrar la.... Esto es otra historia.

Cerró el Pay Pay y los sinverweb más gamberros (de gamba, italiano pierna, los que meten la pata) seguimos tomando copas y celebrando la fiesta de la palabra viva o algo así, ya digo que mi memoria en estos casos no es buena.

A eso de las cinco de la mañana habíamos cerrado otro bar y caminábamos perdiendo miembros, que se quedaban en su portal, por el casco antiguo de Cádiz. Yo era el que vivía más lejos, y justo cuando me despedía de la última pareja que había quedado conmigo, reparo en que el bolsito de los... (piiiiiiii) se había quedado en el Pay Pay, local que había cerrado unas dos horas antes, y que en el bolsito estaba todo lo necesario para entrar en mi casa.

Amablemente fui acogido por esta pareja y su sofá me abrazó con cariño hasta la mañana siguiente.

¿Qué tiene que ver todo esto con el título?

Al día siguiente, aquel que me acogió escribió un post, con foto incluída, en el blog de los sinverweb. Escrito con el humor que le caracteriza contó con otras palabras mejor elegidas lo que yo les acabo de contar. Y le puso el mismo título que yo he puesto.

¿Por qué escribo esto?

Si ustedes ponen en el buscador de google "consecuencias del fracaso" encontraran que la segunda entrada es precisamente la de sinverweb, si pinchan verán una foto mía en la que parece que estoy participando en el festival de Benidorm.

Resulta que muchas de las entradas de sinverweb es de gente de todo el mundo hispanoparlante que busca a través de google consecuencias del fracaso.

En fin, no pensaba yo que mi imagen iba a tener que ver con eso pero vaya, como no creo en premoniciones, pues tampoco la quito.

viernes, 16 de mayo de 2008

Vivo en Cádiz y el mar está ahí

Vivo en Cádiz y el mar está ahí.
Muchas veces pienso escribirle.
Pero hacerle un poema es volver,
rellenar palabras con tinta:
azul, las olas, la bahía, la luz, el cielo...
Es reconstruir con ladrillos usados
los muros del tiempo.
Es pasear por la memoria todos los poemas del mar
y escribir el mismo poema.

Sin embargo el mar está ahí.
No lo estoy mirando pero lo sé:
lo saben mis baños en la orilla y mis infantiles castillos de arena,
lo saben mis partidos de fútbol en la playa y mis fracasos como pescador,
lo saben mis manos y tus besos con rumor de olas nocturnas,
lo saben mis amigos, mi nariz, la humedad del aire...

Sí, el mar está ahí, unas calles más allá,
y cuando leo poemas sobre el mar,
o alguien los canta,
yo no los reconozco, ni siento
el abrazo del agua, ni el ruido de las olas,
ni reconozco nada del mar del exterior de las palabras,
sólo veo símbolos, sentimientos, metáforas... y literatura.

El mar está ahí, ahí, ahí.
Los poetas han cruzado el tiempo del hombre
regalándole palabras sin comprender
que las palabras
nunca
lo explican todo.

jueves, 15 de mayo de 2008

Mucha fiesta y pocas luces

Lo reconozco, después del segundo cubata ya estoy guiñando el ojo, con el tercero podría decir sin temor a equivocarme que estoy borracho y nunca recuerdo haber pasado de cinco, aunque tengo que reconocer que la memoria me falla entre el tercero y el cuarto.

Cuando el efecto secundario del valor me sobreviene y me da por intentar ligar, ya tengo las gafas empañadas, el aliento me huele a goliardo y la lengua se me enreda en la saliva. Sí, eso mismo, un borracho baboso al que las chicas rehuyen, con razón, me gustaría añadir ahora que estoy sereno (borracho no opino lo mismo).

¿Por qué me sonríes entonces desde detrás de la sábana?

¿Por qué estoy en tu casa marcando un nuevo récord en resaca y no en la mía o en el sofá de mi amigo Manolo donde me suelo levantar en estas circunstancias?

¿Por qué si pierdo la memoria y no me salen las palabras, recuerdo haber dicho tantas veces te amo?

¿Por qué me tenía que pasar esto si a mí esto nunca me pasa?

¿Cómo salgo airoso de esta situación de amor arrepentido?

miércoles, 14 de mayo de 2008

Sin título

Qué ideal es todo a tu lado, cómo me río contigo cuando estamos juntos, qué dulce manera de bajar los ojos para dar alas a mis caprichos en el amor, qué linda la vida contigo.

Y qué perra conmigo, eso tenías que haber añadido a tus palabras y tal vez, aunque no estoy seguro, no me hubiera enamorado de ti.

martes, 13 de mayo de 2008

LA MUERTE (I)


La primera vez que estuve en un festival de narración oral, Germán Argueta, narrador y antropólogo mexicano, me regaló una moneda mexicana de poco valor de transacción. Me contó que era hijo de chamana y que los chamanes daban esa moneda por dos razones: una era porque pensaban que te protegía, y otra era porque estaba en ella la diosa coyolchauqui, diosa de la muerte del panteón azteca.

Tener la muerte cerca te recuerda que ella está siempre ahí y que puedes morir en cualquier momento. Esto te puede liberar o te puede agarrotar, pero saber que está a tu espalda hará que estés menos preocupado por ella. Creo que fue más o menos esto lo que me dijo, él estaba mágico y yo también (ya saben, la magia del vino español) y fue en el año 92 del siglo pasado.

No tengo problema en considerar que tengo la muerte a la espalda siempre, uno mira por encima de su hombro y puede imaginar perfectamente esa sonrisa amarilla vestida de negro y plata (lo de la plata por la guadaña que digo yo que debía ser de plata), esperando a que le entre la prisa o le dé el antojo de llevarte. No tengo problema en poder creer que cada hijo de vecino o sobrino de cura tiene su propia muerte acompañándole, me cuesta creer más en el ángel de la guarda. Es más, si alguna vez me encuentran por la calle pídanme que les muestre mi muerte y les enseñaré la moneda que desde aquel día siempre llevo encima. Pero la verdad, la verdad es que en algunos momentos me siento más cerca de la muerte que en otros.


No es que en algunos momentos me importe menos morirme que en otros, que también, sino que las probabilidades son distintas. No es lo mismo caminar por la calle, con las mil muertes que a uno le pueden ocurrir, que caminar por un puente colgante a mucho vértigo del suelo, aunque sólo pude imaginarme una forma de morir cuando lo hice. En esas ocasiones, en que se cruzan seis carriles de autovía sin semáforo, cuando uno mira por encima del hombro la sonrisa de la muerte parece más de bromista y los aburridos ojos vacíos parece que están como disimulando. O será que ese día la muerte cambió de perfume y notamos más su presencia.

sábado, 10 de mayo de 2008

juanjoZen

"No hay nada en este mundo
a lo que te puedas aferrar.
Pero ¡qué difícil es soltarse!"

Robert Allen: Mil vias hacia el Zen

Dicen que cuando uno sabe el sentido de un Koan va a su maestro y su maestro le dice si ese es el verdadero sentido o no, y que si uno va a su maestro para saber si ese es el verdadero sentido del koan es que tiene que seguir pensando en él. Este parece sencillo de desentrañar, pero como todos...

jueves, 8 de mayo de 2008

Marbella

Los caminos de la palabra son inescrutables como los del señor ese... que no me acuerdo el nombre. Resulta que estoy dando clase de lengua y literatura en Marbella. Claro, muchas de las cosas que hago con los chicos son caminos de palabras que llevan a los cuentos. Pero no es eso lo que vengo a contar. Lo que vengo a contar, es que en uno de los cuentos que escribieron aparecía la palabra zorra. Yo ya sé lo que pasa cuando un adolescente oye una palabra malsonante o con ecos malsonantes (dos veces porque la palabra me suena a trompeta, será por los metales), se ríe. Si la oye cinco veces en clase, cinco veces se ríe. Aunque yo les digo que..., bueno no importa lo que les digo. Ya un poco harto (sólo un poco) le pregunté a la niña qué significaba zorra: puta me dijo.
¿y que más?, y nada más, ¿cómo que nada más? La chica me mira (entre catorce y quince años, creo) ¿no sabes que zorra es un animal? ¿zorra es un animal? ¡venga ya! Claro le dicen los compañeros ¿y qué animal es?...

No me lo podía creer, pero claro, después pensándolo..., probablemente con la acepción de puta, guarra, mala mujer, etc, haya escuchado la palabra muchas veces, ¿cuántas veces en su cotidianidad ha escuchado la palabra en su primer significado?, probablemente nunca, y si alguna vez leyó aquel título de "la zorra y las uvas" pensó que se trataba de una prostituta, aunque quizás esa sea una buena historia....