sábado, 24 de mayo de 2008

Trabajando Una noche de espanto con Chejóv

El jueves me presenté con Alfonso (narrador, actor, mimo, payaso...) en el café teatro Pay Pay.

El Pay Pay, es el lugar tradicional de los cuentos en Cádiz desde que acabó el espacio "El Club del Cuento". El público va a tomar una copa y a ver una función de cuentos, monólogos, teatro.... Va sólo a ello, me consta que ha costado bastantes esfuerzos educarlo, pero es un público entendido que sabe a lo que va y en un porcentaje alto (al menos dos tercios diría yo) es habitual del sitio.

Esto para el narrador tiene dos consecuencias. La primera es el placer del encuentro en óptimas condiciones. Esto hace que el éxito o el fracaso del encuentro dependa de tu trabajo y no de circunstancias ajenas a él. La segunda es que si cuentas casi todos los meses en ese espacio, los habituales terminan conociendo tu repertorio y piden cosas nuevas, con lo cual, es necesario estrenar, al menos una historia de vez en cuando y, si puede ser en cada encuentro con el público, mejor.

Alfonso y yo tenemos una historia en común, ideada para ese lugar en concreto, que ya casi tiene un año y que hicimos el jueves creo que por tercera vez en el Pay Pay: "Sueño de una noche de verano". Adaptada por una parte para ser contada y no dramatizada, y por otra, trayéndola a la actualidad y como si hubiese ocurrido en Cádiz. El resultado se llama "Sueño de una noche del Carranza" haciendo alusión a la noche de barbacoas del verano. Nos fue bien, tenemos la historia dominada y eso nos permite improvisar y salir y entrar en ella dependiendo del ritmo y la respuesta del público.

Yo estrené en solitario una historia. Me había encontrado con ella por casualidad, en la red además. Es un cuento de Chejóv, de miedo. Chejóv lo cuenta en primera persona, lo sitúa en Rusia, en una época que está lejos de la nuestra. Yo, como soy como soy, me pregunté si esa historia increíble en primera persona, podría pasarme a mí y que la gente que está tomando copas en un garito la creyera como real.

Lo primero que había que hacer era sacrificar los créditos ante el público en general. Si digo que voy a contar un cuento de Chejóv, nadie iba a entrar en la historia. Pero a mí eso no me gusta demasiado, así que decidí no decirlo en el escenario, pero si alguien durante el descanso o después de la función preguntaba, decir la verdad, no me pasó realmente, es una historia de Chejóv adaptada.

Lo segundo, inventar una introducción para que el público pudiera pensar que lo increíble podía llegar a ser cierto. Les hablé de esas cosas que le pasan a uno que superan a la ficción. Aquí tenía una anécdota de un toque que tuvo un colega con el coche, la culpa era del otro, al coche de mi colega no le pasó nada, al del otro tampoco, el otro estaba bajo evidentes signos de haber ido de fiesta, y el otro se empeñó en llamar a la policía..., pero la sacrifiqué porque pensé que la introducción me quedaría larga. Sí, porque este es un primer paso y yo también quería preguntarle al público si no les había pasado algo que después habían dicho "esto mejor no lo cuento porque todo el mundo va a pensar que es mentira o que estoy loco". Y ahí contar lo del ascensor. Imagínense que van en un ascensor y se encuentran con un extraterrestre que les dice un montón de cosas y que llevan años estudiando a los humanos y justo cuando el ascensor para, el extraterrestre se vuelve a teletransportar a su nave. Seguro que ustedes no contarían lo que les acaba de pasar para que no lo encierren. Esa sí la conté.

Ya tenía dos gradaciones de lo increíble para que el público entrase en la historia dispuesto a aceptar que iba a contar algo que parecía mentira.

Pero en un cuento en primera persona hay que entrar desde la realidad. Es mi opinión claro. Yo empecé la historia mezclando la realidad con lo menos real pero creíble para ir hacia lo increíble ya bien dentro de la historia. Para ello le hablé al público de mi vida.

Hace dos años cuando me recién separé hice lo que creo que hacen muchos separados y divorciados: cosas de adolescente. Entre ellas venir a este antro a beber más de la cuenta, recuperar amigos solteros o divorciados y conocer a otros solitarios de mi edad (casi verdad).
Entre las cosas de adolescente que hice fue reunirme con los amigos para hacer espiritismo (risas). Pregunta ¿alguien ha hecho alguna vez espiritismo? bueno mejor dicho, ¿hay alguien aquí que nunca haya hecho espiritismo?

A partir de ahí empieza el cuento de Chejóv. Los nombres tenían que cambiar. Las calles donde vivían mis amigos tenían que ser de Cádiz. Mezclé nombres de narradores que estaban allí con nombres de amigos. Hice un mapa (mental) de donde estaban en Cádiz las casas que habría de recorrer a lo largo del cuento.

Había otro problema. El teléfono. La historia de Chejóv no es creíble porque hoy existen los teléfonos. Inventé una discusión durante la sesión de espiritismo en la que al final se decide que todos apagáramos los teléfonos móviles.

El tiempo en Rusia, en invierno, a las dos de la mañana, no es el mismo que en Cádiz. Bueno yo diría más bien que los gaditanos ni nos lo podemos imaginar. Pero un miércoles lloviendo, de madrugada, con apagón en algunas calles, también podía crear un ambiente de miedo. Además el apagón me ayudaba a crear el efecto de la aparición del primer ataud y de la duda sobre si era una visión o no.


Bueno, estos son los cambios más importantes en el cuento. A medida que lo ensayaba me daba cuenta de que había lagunas entre lo que ocurre en la realidad y lo que era la realidad en mi cuento. Pero decidí que del mismo modo que yo no las había apreciado en un principio, si conseguía que el público se interesase por la historia en sí, ellos tampoco las apreciarían.

El resultado, fue que a mitad del cuento la gente contenía el aliento. Que nadie se imaginó el final de la historia. Que a pesar de lo increíble, incluso gente que me conoce pensó que era verdad por los datos que había dado al principio. Algunos, conocidos y desconocidos del público me preguntaron si realmente me había pasado o me lo había inventado. Así que también pude darle a Chejóv sus créditos. Y algunos narradores me dieron ciertas ideas que seguramente entraran en la historia.

En fin, que salió bien.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora te voy yo contarte un cuento, pero real. (perdoname como siempre el portuñol)
La mujer de mi hermano, uruguaya, fue desde que vino a
Brasil como una hermana para mi, 12años mas nueva que ella. Y me enseño, en la adolescencia, que yo no necesitaba de tener joyas de oro o plata. Bastava una de oro, las otras joyas que usaba podian ser de papel o lata. Mi hermana postiza me enseño que cuando se mescla algo real con ficción, todo acaba pareciendo real.
Pelo menos en relacion a joyas...:)

Haldar dijo...

...estuve por aca, leyendito...

Anónimo dijo...

Pues sí, pareció real, y lo digo como testigo.

Por otro lado, veo que te has animado a poner la caricatura. Queda muy chula.

Anónimo dijo...

Buenas!

Ya hace demasiado que dejé de ser un habitual en estas cosas. tengo que retomarlo, que saben Ustedes que ser público se me da de maravilla.

¿Puedo preguntar el nombre del cuento original de Chejóv?

Coincido con Maese Txapela en que la caricatura ha quedado de escándalo. Cla-va-í-to.

Un abrazo!!

Anónimo dijo...

Bueno, que gozada de proceso! Me ha gustado mucho que detallaras ese trabajo de creación recreación, que significa contar un cuento. Lo que mas me gustaría oir-disfrutar es un Chéjov gaditano. Me parece un trabajo sensacional!!

Juanjo Merapalabra dijo...

Maray, es verdad, pon una joya real y a las demás se les presupone.

Haldar, gracias por pasarte.

Gracias Txapela, por ser testigo y por ser quien me regaló la caricatura de Ras.

Hay quien tiene un secretario personal y yo con el grupo Shamán le tuve a usté de público personal, y doy fe de que es excelente público, señor microalgo. El cuento se llama Una noche de espanto y si quieres leer la versión que estuve trabajando está publicada en el enlace del blog ciudad seva. Gracias por lo de la caricatura.

Gracias sole, por la visita y el comentario, un ciberbeso.