sábado, 27 de septiembre de 2008

Historias a seguir

No se le podría asignar un color o una edad a la ciudad. Parecía que EL PRIMER HOMBRE puso la primera piedra y desde entonces cada ser humano nacido ha dejado algo, algún objeto, algún hijo, algún recuerdo en la ciudad. Es por eso que uno se siente extraño, como observado, como insignificante, cuando está dentro de las murallas.

Dicen que muchas personas ejercieron su poder dentro de la ciudad, pero como todos iban muriendo de forma violenta poco a poco el que tenía ansia de poder se iba a probar suerte en otras ciudades hasta que nadie quiso hacerse cargo de ella ni por la fuerza, ni por mandato del emperador. Con el tiempo, el emperador descubrió que los funcionarios eran la mejor forma de mantener si no controlada la ciudad, sí bajo su bandera.

Uno de estos funcionarios, Arnoldo García, fue el primero en darse cuenta de que los habitantes de la ciudad cambiaban constantemente. Estuvo tres años en la oficina de correos antes de pedir el traslado, y otros tres antes de que se lo concedieran, pero fue a partir del segundo año cuando empezó a elaborar teorías. Nadie enviaba más de dos o tres cartas. Montones de cartas devueltas con el sello YA NO VIVE AQUÍ.

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