sábado, 19 de julio de 2008

Relato lógico

El sueño se fue deshaciendo poco a poco en su cabeza y un despertar cansado, perezoso, fue dando paso a la conciencia de las cosas: la mesita de noche, la presencia de sábana y almohada, el día, la sensación de haber despertado muchas veces de la misma forma, las ganas de mear y la obligación. Muchos días tenía la obligación de levantarse pues no se puede llegar tarde al trabajo. Poner los pies en el suelo es decirle hola al día.

Mear, el espejo, el grifo, espuma, after shave, café... Media hora después los últimos lazos de sueño ya se habían desatado. Estaba metido de lleno en la rutinaria actividad del día.

Salió de su casa para saludar a los vecinos de las ocho de la mañana. En la parada de autobús se encontró con las caras impersonales, pero familiares de las ocho y diez. Tal vez faltaba alguno que llegaría ese día tarde al trabajo.

Un conductor de autobús vagamente familiar, un asiento libre y veinte minutos de camino para repasar el futuro inmediato, el futuro diario vagamente distinto del pasado inmediato del día anterior. Pero el futuro siempre está en movimiento, nada se puede predecir desde la certeza absoluta. Sólo del pasado se puede decir sabía que iba a pasar. Le había tocado. No lo sabía, pero le había tocado. Tenía un millón de euros en el bolsillo por cobrar. Sin embargo, en el autobús todo fue el eco de un día repetido que ya no recuerda cuando empezó.

Ahora el lector sabe algo que el protagonista del relato no sabe. Y se puede estar imaginando muchas formas de enterarse. ¿Cómo se entera uno de que le ha tocado la lotería? Comprobando el número, lógicamente. Como la historia ha empezado de una forma que podríamos calificar de realista, con una rutina que al parecer se repite cada día, la misma lógica de la historia debería incluir la comprobación de que no ha salido el número de una forma rutinaria.

Imagina conmigo que el tipo hace lo que tantas personas antes de entrar al trabajo: tomar café mientras le da un repaso al periódico, al menos en Cádiz desde donde te estoy proponiendo la historia hay mucha gente que lo hace. Pues bien, el tipo baja del autobús y se dirige a una cafetería donde saluda educadamente al entrar a unas personas que, antes de que él sepa que es diferente, podríamos calificar de copias con ligeras diferencias de sexo y edad de nuestro protagonista. Todas están allí ajenas, repitiéndose a sí mismas, perpetuando rutinariamente el dia de ayer. Naturalmente el camarero no le pregunta que desea porque lo ve aparecer todos los días laborables a las nueve menos veinte desde hace mucho tiempo y siempre pide lo mismo y ejecuta con suaves diferencias los mismos movimientos. En realidad él no pide nada, simplemente toma asiento en un taburete libre y busca con la mirada el periódico, si está ocupado, mira la página para ver si lo podrá leer esa mañana, si está al principio sabe que ya no, y si es lunes sabe también que no porque todos se demoran mucho en los deportes. Pero en algo le tiene que beneficiar hoy ser el protagonista de la historia, por lo tanto, en el preciso instante en que toma su sitio en la barra el cliente de al lado está doblando un periódico por la mitad en actitud de haber terminado de leerlo y nuestro héroe le pregunta ¿ha terminado?, sí, contesta el otro y deja que retire el periódico de su lado.

No lo había pensado, pero no me negarás, lector, que eso de cazar el periódico del bar tiene su punto de emoción: mirar, localizar la presa, ver si está a tiro, ver si algún otro lector de periódicos de bar está al acecho y por fin, esperar el momento adecuado para atrapar la prensa y sacarle de las entrañas la información del día. En fin, te pido excusas por el exceso de confianza y por haberme dejado llevar por una imaginación carente de perspectiva que nada tiene que ver con la lógica de la historia.

Lo lógico es, sin embargo, que nuestro afortunado amigo no pida nada porque sabe que el camarero le servirá un café como a él le gusta sin necesidad de abrir la boca. Para eso lleva mucho tiempo tomando café todos los días laborables. Saca su paquete de tabaco del bolsillo y se pone un cigarrillo en los labios. No lo encenderá hasta que le traigan el café y consumirá las dos cosas al tiempo.

La lectura empieza. Si supiera, tuviese la corazonada, algún medium le hubiera dicho que le iba a tocar, no sé, alguna de esas cosas, que dejan hueco a la esperanza, pues hubiera ido directamente a comprobar el número. Pero no hace nada de eso porque no es lógico. Yo no sé tu, despierto lector, pero si yo creyese que hay la más mínima posibilidad de que me hubiese tocado, mi mañana no hubiera sido rutinaria, lo primera que habría hecho es comprobar si era rico o no. Pero ese no es el relato que te estoy proponiendo.

La lógica de este relato exige que empiece a leer por los titulares de la primera página, ponga al leerlos distintas caras, la de estar de acuerdo, la de no interesarle la noticia, la de estar ligeramente indignado, la de pensar no si yo ya sabía que iba a pasar... Llega el café, enciende el cigarro, da el primer sorbo y abre el periódico.

Lee todo por encima, todos los títulos, algunos subtítulos y escasos párrafos interiores. También se fija en algunos anuncios, en algunas fotos y comprueba que el número de la ONCE termina en el mismo número que él lleva...

Aquí es donde la historia pierde lógica. Yo puedo imaginar varias formas de continuar, y todas me parecen bien. Seguramente el lector que ha llegado hasta aquí tenga la imaginación algo más aguda que la mía y pueda pensar en una forma más original que las que a mí se me ocurren. Si no estás acostumbrado a ejercitarla y quieres hacer la prueba, tan solo tienes que tapar el siguiente párrafo y pensar tu forma de continuar. Después, si sientes curiosidad por saber lo que yo he elegido puedes seguir leyendo, pero si tu continuación de la historia te parece insuperable o inmejorable o la única lógicamente posible y se te quitan las ganas de saber mi propuesta, no me enfadaré, porque probablemente tampoco me enteraré de que lo hiciste, aunque el futuro siempre está en movimiento y esas cosas.

Esta es mi propuesta:

... termina en el mismo número que él lleva, y entonces enfoca los ojos para leerlo entero. Lo lee y hace un esfuerzo de memoria para recordar el que él compró y casi sin mirar metió en la cartera. Lo recuerda y coinciden. Son treinta mil euros, si también coincide la serie un millón, pero la serie tiene que mirarla en su cartera. Todo esto ocurre rápido y asombrosamente ha entrado en la rutina sin romper nada. Sigue tomando café, fumando y en la tranquilidad del día a día. Saca la cartera y comprueba que le ha tocado. Cierra el diario y paga. Sale del bar. Le ha tocado. Un millón de euros. Es rico. Ya lo sabe pero aún no lo ha asumido y aunque la rutina ha desaparecido, la verdadera reacción aún no ha llegado.

Pero seguro que tú ya has imaginado muchas veces cómo reaccionarías. Y seguramente habrás llegado a tantas formas que no creo que pueda aportar nada nuevo ni original, ni cotidiano a lo que ya has ensoñado. Además está la cuestión de la lógica del relato, en este punto se sale de toda lógica así que prefiero dejarlo ahí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ya pensé muchas veces en eso. Y todas, sin excepción, me ponen nerviosa y angustiada.
Por eso, nunca compré loteria. Y si me acontece algo así?