sábado, 29 de enero de 2011

HORMIGAS


Es difícil individualizar a una hormiga. Parece que fueran todas iguales. Además, se comportan de la misma manera todas, y son tan pequeñas, tan insignificantes para el día a día de un ser humano que es imposible estar mucho tiempo atendiéndolas.

Recuerdo que cuando era pequeño era capaz de quedarme mirando una fila de hormigas y seguirlas hasta el hormiguero, o hasta el lugar donde estuviera esa comida que se iban a llevar al hormiguero. sí, lo recuerdo, pero no recuerdo haberle puesto nunca a una hormiga nombre. Pensar. "esa que lleva la miga de pan triangular que parece una vela se va a llamar Antoñita", o Zafiro, por poner un nombre más literario. No. Eran las hormigas. Quizás en alguna ocasión una hormiga fuera una hormiga por encontrarse algo desprotegida de sus compañeras. Pero no dejaba de ser hormiga, nunca se me ocurría pensar durante estos diez minutos en que te voy a observar con mi curiosidad infantil te vas a llamar la Hormiga Manolita o Azabache, por ponerle un nombre más raro. No. Nunca se me ocurrió.

Son las hormigas. Animales sin importancia individual, como grandes grupos de consumidores humanos, o grupos sociales a los que hay que marginar o mover para que el sistema siga funcionando o reestructurandose, grupos, no individuos. Me acuerdo que existían unas hormigas grandes, con grandes pinzas que podían picarte y dolía. Mi primo y yo descubrimos que si les quitabas las antenas y las ponías frente a frente se intentaban devorar. Hagamos lucha de hormigas. Entonces intentábamos saber cuál era la mía y cuál la suya para saber quien ganaba de los dos, pero en las revueltas que daban perdíamos el reconocimiento del individuo y sólo eran hormigas. Inevitablemente terminábamos peleándonos porque había ganado la mía, no esa era la mía.

Hormigas, sociales, inconcebibles fuera del grupo. Quizás somos nosotros así también, inconcebibles fuera de un grupo, ya sea social, de trabajo, de amigos. Nos sirve para protegernos, integrarnos y redefinirnos, pero es difícil aislarnos, tomarnos como individuos, además es difícil prestarnos atención individualizada durante más de diez minutos. Al fin y al cabo qué somos, sino gente, humanos, números, mano de obra, tribus, religionarios, anti, pro, qué difícil es ponernos cara. Quizás a una hormiga le dé pena morirse igual que a mi. Quizás una hormiga quiera ser ella igual que yo quiero ser yo, no sé.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Quién sabe...

Pero los himenópteros sociales (hormigas, abejas y algunos más) tienen alguna particularidad genética que ya le contaré un día (fuera del blog, para no darle la brasa aquí), y que refuerza la cohesión social. Nosotros somos de nuestro padre y de nuestra madre, y mire, hemos llegado a la luna. Que no es que sirva de mucho, pero desde un punto de vista cósmico tampoco está mal, la cosa.

Abrazotes.