sábado, 25 de julio de 2009

Poema del desagradecido

Vision guarani del Infierno.Grabado de J.E.Nieremberg(s. XVII)


A esas personas con las que fue inevitable aprender las peores cosas que te enseña la vida: desde el gris más tedioso al negro más profundo.

A las personas que disfrazaron las rondas de la realidad de pastillas de colores para abrirme el camino de las malas experiencias en las que se aprende mucho.

A los que me enseñaron que se puede ser malo sin complementos, por las dos caras de la misma sonrisa.

A todos esos maestros que la vida te va poniendo delante para aprender a golpes de malas experiencias.

No les agradezco que me enseñaran tan valiosas lecciones , y siempre los despreciaré.

martes, 21 de julio de 2009

Aproximaciones al agua I


Aquella tarde en el campo nos llovió, hicimos el amor bajo la lluvia y después nos refugiamos bajo un arbol, tus ojos, los mios, los ojos del mundo sólo nos miraban a nosotros. El amor fue eterno esa tarde, las promesas parecían juramentos irrompibles y cuando volvimos a ver el cielo despejado era más azul que nunca. Es por eso que en este desierto de amor me ducho vestido y aunque me asomo a la ventana aún empapado el cielo siempre está gris.

martes, 14 de julio de 2009

La imagen sensorial.


Hace unos años recibí del director de teatro colombiano Enrique Vargas un taller llamado "Dramaturgia de la imagen dramática sensorial", después estuve trabajando dos pequeñas temporadas con su grupo de la universidad de Bogotá y entre un trabajo y otro fundé junto con unos compañeros narradores y teatreros el grupo de investigación de la imagen dramática sensorial "Cuelebre". Esto parece el extracto de un curriculum de esos raros que vamos haciendo crecer los frikis como yo.

Pero no. La cosa viene a colación para hablar precisamente de la imagen sensorial y de la aplicación de esta al trabajo en escena. La aplicación consciente quiero decir, porque de forma inconsciente hay quien la aplica de toda la vida.

Para mí como espectador ir a ver un espectáculo, ya sea de circo, de teatro, de cuentos, o ir al cine, se corresponde con un cúmulo de sensaciones. Desde que uno decide practicamente que va y se arregla para ello, hasta la misma entrada en el teatro o en el cine. Los olores, las luces, las butacas, el cuchicheo de los demás... Toda una serie de imágenes que tienen que ver con los sentidos me llegan cuando pienso por ejemplo en el circo, o en los cines de verano de mi adolescencia en Cádiz.

Pero ahora soy narrador, me refiero a narrador de historias consciente (o profesional, como queráis), y ese mundo de sensaciones se me muestra desde otro punto de vista. Enrique Vargas quería que la obra de teatro fuese primero sentida y después pensada. Y qué queréis que os diga, eso es precisamente lo que yo creo que debe pasar con un cuento en el sentido de la imagen. Primero deben aparecer las imágenes del cuento en ese lado de la mente del público donde se imagina, y después debe ser pensado. Primero la imagen a través de los sentidos, del oido y de la vista fundamentalmente, directamente a la imaginación, y después que piensen, me gustaría que pensaran, pero eso ya es otro cantar o contar.

El público llega, viene de la calle, de su vida, y nosotros tenemos una propuesta que puede o no, tener que ver con su vida, por eso es importante que el público olvide que es algo más que público, que olvide su hipoteca, su coche, su novia, sus exámenes. Que consigamos sorprenderlo de manera que sólo quede el juego que le proponemos y los jugadores: el narrador, él mismo, y la historia. Pero eso es más difícil de lo que parece. Es difícil hacer olvidar, y avanzar hasta el momento actual, o retroceder, que hay personas que sólo piensan en el futuro.

Bueno, esa es una pregunta: ¿se puede contar de manera que el público no piense, sólo imagine? ¿que esté en una especie de ensoñación, dentro de la historia a medida que se la vamos contando pero dentro a través de sus propias imágenes?

Si eso se consigue llega la historia, pura, a la imaginación, en el momento del encuentro, y es desde ahí, desde ese momento, desde donde el narrador puede salir para criticar a los personajes o para opinar de política, desde el olvido de todo lo que el narrador es que no es narrador, desde el olvido de todo lo que el público es que no es público, desde el cuento, desde el encuentro.

Por eso quiere uno que las imágenes de su cuento sean lo suficientemente sugerentes como para trasladar al público a otro mundo. Por eso quiere uno que las condiciones a la hora de contar sean las que permitan que se dé esta magia. Por eso cuenta uno.

Yo pienso que si logramos eso el cuento o la historia vivirá más tiempo en la memoria del espectador, se quedará en ese lugar medio olvidado de la memoria que tiene que ver con la propia imaginación y con las sensaciones. Como cuando ocurre un olor que nos recuerda nuestra infancia o a mi padre o el pelo de la chica que teníamos delante en secundaria. Habrá un momento en que el cuento surja de esa memoria para encontrarse con nosotros, con nuestros pensamientos, con nuestros problemas actuales o futuros y nos ayudará a resolverlos, o simplemente nos recordará lo bien que lo pasamos aquella noche, o aquella tarde con tal o cual persona con la que fuimos a una sesión de cuentos.

martes, 7 de julio de 2009

Amor de madre

El niño llora, su mamá lo tiene en brazos mientras habla por teléfono, pero como llora lo tiene que soltar en el sofá. El perro mira al niño llorando en el sofá y se acerca al mismo tiempo que la madre se vuelve y va a la cocina para que el ruido del niño llorando sea más leve y pueda entender algo de la conversación que está manteniendo con su amiga. El perro mete la cabeza en el regazo del niño para olerlo y éste le agarra fuerte de los cachetes. El perro le gruñe porque no le gusta, el niño sigue llorando porque ahora se asusta del perro y encima le escuece el pañal que hace más de dos horas que está mojado. La madre habla y habla. El perro ladra: un ladrido, de perro, profundo, justo en la cara del niño. El niño se calla un momento y el silencio se produce en el salón, sólo se oye a la madre hablar en la cocina, habla, habla, habla. El niño suelta al perro y llora más fuerte pataleando. El perro va a la cocina y le ladra a la madre. La madre le da una patada al perro mientras enciende un cigarrillo porque el ladrido no la deja escuchar y el llanto la está poniendo nerviosa. Un momento le dice al teléfono, tapa con la mano la parte inferior del auricular, asoma la cabeza por la puerta del salón y grita, queréis callaros de una puta vez los dos carajo. El perro entonces empieza a ladrar como un condenado mientras el niño llora más fuerte, se avalanza hacia la madre y le da un mordisco en el cuello que no suelta hasta que la mujer deja de patalear en el suelo. Va donde está el niño que llora, le lame la cara manchándola de sangre y se sienta a esperar a que llegue el padre.

sábado, 27 de junio de 2009

Casa de juegos

El jugador no quiere saber quién eres, quiere que juegues y que juegues bien. Te propone un juego sencillo, pares o nones, juegas tres veces y como tú sabes quien eres pierdes tres veces. El jugador se ríe de ti y empiezas a olvidarte de dónde venías, te dió coraje que te ganara y el jugador pone en tu mano tres chinos y te muestra los tres de la suya antes de llevar sus dos manos atrás. Ya estás algo más despabilado y cuando él te muestra una mano y tu le muestras otra tu pasado ha desaparecido y durante un instante todo desaparece para intentar ver en los ojos de jugador el número de chinos que tiene en la mano dos piensas tres dices y el jugador dice uno, te ganó otra vez y desapareciste, sólo queda el juego y el jugador te sonríe y tu le sonríes porque sabes que esta vez no te ganará fácilmente, cuatro, dos, ganaste. Ahora ya eres del jugador que te toma de la mano y te lleva a la sala de juegos.

Algunos han perdido parte de la ropa, otros están escondidos tras las cortinas o debajo de las mesas, otros te esquivan pasando como rayos a tu lado porque quien la lleva les persigue, otros están quietos como estatuas con ojos vigilantes para no llevarse la catea y señalar al que antes se mueva. Todos juegan, todos son jugadores, tu empiezas a volver en ti pero alguien te dice la carta más alta gana la que pierde paga una prenda, cuando alguien esté desnudo nos vestimos con las ropas del montón y jugamos a los médicos. Es ella, quieres que pierda, y casi sin fijarte en los otros y las otras que están alrededor de la baraja levantas para mostrar el siete de copas... Copas, no hay dinero de pormedio, sólo juegos, sólo el placer de jugar, y las copas, a medida que avanza la noche las botellas van llenándose de aire y los pensamientos se hacen espesos, lujuriosos, algunos van a jugar a los reservados, tal vez demasiado arriesgados los juegos, aunque las ruletas rusas no estén permitidas hay ciertas imitaciones eróticas que no se pueden jugar en público. De repente te das cuenta que ya no puedes seguir jugando, estás borracho. Ella te está mirando y no sabes si es una jugadora que trabaja allí o una jugadora que vino como tu a jugar, sólo conoces a quien te recibió como jugador, y aún así no puedes estar seguro de que no sea un cliente. Si los dos queréis jugar, qué más da, no se pierde dinero, sólo la conciencia de uno mismo y juegas y juegas y juegas, en equipo, en solitario, por parejas y finalmente duermes, despiertas y eres tu, camino a casa piensas que la semana que viene quizás vengas a jugar de nuevo para olvidarte así del juego de la vida.

jueves, 25 de junio de 2009

Consejos que me doy para estrenar un cuento.

1.- La primera vez que lo cuento no está entero. Un cuento sólo está entero cuando se encuentra con el público.

2.- El espacio para contarlo debe tener un público acostumbrado a los cuentos. Si es un público exigente mejor, pero sobre todo que sea respetuoso. Es raro que yo acierte de pleno con todos los aspectos del cuentos. Pero si alguna vez fallo en algo que atañe a todo el cuento, algo así como el punto de vista, los tonos de las secuencias, el lenguaje (demasiado poético, ordinario, oscuro), en los experimentos que uno hace cada vez que se da a un cuento o un cuento se da a uno; si se falla en alguna de esas cosas, el público respetará que termine el cuento, lo haya construido como lo haya construido.

3.- Un espacio donde suelas contar. Porque estarás acostumbrado a leer mejor al público, así sabrás como está yendo el cuento. La primera vez que conté en Madrid, la gracia que hace mi acento andaluz (algo que se convierte fácilmente en una ventaja), me sacaba del cuento una y otra vez porque expresiones que en Cádiz son normales allí provocaban carcajadas imprevistas.

4.- El cuento no debe abrir el espectáculo. Se presente uno donde se presente, al principio se está nervioso, el público aún no ha olvidado de donde viene ni está en sintonía con el encuentro. Si a los nervios del principio le unimos los nervios del estreno del cuento, tanto nervio, puede dar al traste con el cuento.

5.- El cuento no debe cerrar el espectáculo. Si por un casual no hemos equivado y el cuento no funciona, y si no funciona nosotros nos vamos hundiendo, si no produce el efecto deseado. En fin, si no es lo que pensabamos el público se irá con mal sabor de boca. Y desde mi punto de vista, hay que intentar que el público se vaya contento y con la sensación de haber disfrutado.

6.- Así pues, el cuento debe estar arropado por otros cuentos ya probados.

7.- Si puede ser contar antes un cuento que sabes que funciona bien, para predisponer al público a escuchar.

8.- Preparar no sólo el cuento, sino la introducción, la conversación que haré antes con el público para predisponerlo hacia la historia, o decidir si el cuento no lleva introducción. Pero no dejarlo a la inspiración del momento, por si el momento está falto de inspiración.


9.- No preguntar hasta el día siguiente. Cuando se baja uno del escenario no está uno en sus cabales, cualquiera que se haya subido alguna vez y haya reflexionado sobre ello lo sabe. Por eufórico, por triste, o por el ánimo que sea uno no piensa bien, los sentimientos se magnifican con el intercambio de energía, el público suele ser más de una persona y el narrador sólo una, así que en ese intercambio la energía del público tiene mucha influencia. Tal y como yo lo veo, uno debería quedarse con sus impresiones y al día siguiente volver a reflexionar sobre ello y entonces sí, preguntar. Lo negativo también nos afectará menos al día siguiente y lo positivo será mas calmado, sin euforias. Este es un consejo que me doy pero que no sigo casi nunca, es más, con la gente que conozco suelo ser un pesado.

10.- Volver al cuento y decidir los retoques que le hacen falta. O decidir si morirá después de su primer día de vida, que a veces también pasa, aunque con los años, menos.

lunes, 8 de junio de 2009

Cuento con negritas y frases hechas


Había una vez un Ligeramente Inquieto que se casó con un Reposo Absoluto. Claro, Ligeramente Inquieto no es que fuera un Hiperactivo, ni siquiera era de la raza de Los que saltan a la primera de cambio, pero es que al lado de Reposo Absoluto, la verdad la verdad es que Ligeramente Inquieto estaba a punto de una úlcera duodenal o de un boquete en el estómago. Reposo Absoluto era así, no es que se lo hubiera recetado el médico o que se le hubiera doblado el tobillo, es que era así, absolutamente así.

Claro, uno se pregunta por qué Ligeramente Inquieto eligió como pareja a Reposo Absoluto y por qué Reposo Absoluto le dijo que sí a Ligeramente Inquieto.

Aunque parezca que a Reposo Absoluto le da igual todo, no es así. Le pareció que Ligeramente Inquieto pondría algo de dinamismo en su vida, que sería como besar un café todas las mañanas y le pondría en camino de conseguir algo, de subir algún escalón, de caminar hasta la siguiente meta de la existencia.

En cuanto a Ligeramente Inquieto, lo suyo fue amor a primera vista, y justo cuando acababan de aprobar la ley del matrimonio de las frases hechas. Aunque él no era exáctamente una frase hecha, o al menos admitía también tener otras tendencias, le pareció que era cosa del destino que Reposo Absoluto apareciese delante de su vista en ese mismo momento. Y cómo estaba, allí tumbado, como si fuera un hippy de los antiguos, sin importarle el qué diran, tan él. Pensó que ese era el punto de equilibrio que necesitaba y que se aventuraba a ser feliz.

Bueno, el matrimonio no fracasó, no crean ustedes, siguen casados. Claro que no son felices, ni juntos ni considerados separadamente. En fin, que son un triste matrimonio, pero matrimonio al fin y al cabo, lo que podríamos llamar Un Matrimonio Bien Avenido. Y colorín colorado, otro día estaré más inspirado.