domingo, 14 de diciembre de 2008

Excusas y ná más que excusas

Siempre que se aproximan estas fechas, y siempre que están encima, me quedo sin palabras. Mis pensamientos debaten con mis ánimos entre recuerdos, tristezas, conciencia del paso del tiempo, alegrías... También es una época en la que tengo que multiplicar las acciones para hacer lo que tengo que hacer, lo que me veo obligado a hacer y lo que quiero hacer.

En fin, que siento estar escribiendo menos. Pero que volveré, como el un, dos, tres y las pelis de romanos en semana santa, como la primavera (bueno yo tengo poco que ver con la primavera), y la moda de la minifalda.

Un saludo y que "hayáis hecho buenos" como dicen en mi pueblo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

De Eduardo Galeano

En el blog de Soledad Felloza lo leí. Muchas veces digo que cuando cuento cuentos lo que quiero es hacer la revolución, a veces de tanto decirlo se le olvida a uno seguir reflexionando sobre ello. La palabra viva no cambia nada, aunque modifica los corazones, y para mi eso es lo más importante de la revolución. Pero también hay que hablar alto cuando uno está hasta los c..., y también hay que poner en palabras el pensamiento político, eso es parte de la responsabilidad del que puede pensar y escribir. Gracias Sole por poner el texto, lo reproduzco aquí por si hay gente que llega a este blog y no al de Sole.


Por Eduardo Galeano

¿Obama probará, desde el gobierno, que sus amenazas guerreras contra Irán y Pakistán fueron no más que palabras, proclamadas para seducir oídos difíciles durante la campaña electoral?

Ojalá. Y ojalá no caiga ni por un momento en la tentación de repetir las hazañas de George W. Bush. Al fin y al cabo, Obama tuvo la dignidad de votar contra la guerra de Irak, mientras el Partido Demócrata y el Partido Republicano ovacionaban el anuncio de esa carnicería.

Durante su campaña, la palabra leadership fue la más repetida en los discursos de Obama. Durante su gobierno, ¿continuará creyendo que su país ha sido elegido para salvar el mundo, tóxica idea que comparte con casi todos sus colegas? ¿Seguirá insistiendo en el liderazgo mundial de los Estados Unidos y su mesiánica misión de mando?

Ojalá esta crisis actual, que está sacudiendo los cimientos imperiales, sirva al menos para dar un baño de realismo y de humildad a este gobierno que comienza.

¿Obama aceptará que el racismo sea normal cuando se ejerce contra los países que su país invade? ¿No es racismo contar uno por uno los muertos invasores en Irak y olímpicamente ignorar los muchísimos muertos en la población invadida? ¿No es racista este mundo donde hay ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría, y muertos de primera, segunda y tercera?

La victoria de Obama fue universalmente celebrada como una batalla ganada contra el racismo. Ojalá él asuma, desde sus actos de gobierno, esa hermosa responsabilidad.

¿El gobierno de Obama confirmará, una vez más, que el Partido Demócrata y el Partido Republicano son dos nombres de un mismo partido?

Ojalá la voluntad de cambio, que estas elecciones han consagrado, sea más que una promesa y más que una esperanza. Ojalá el nuevo gobierno tenga el coraje de romper con esa tradición del partido único, disfrazado de dos que a la hora de la verdad hacen más o menos lo mismo aunque simulen que se pelean.

¿Obama cumplirá su promesa de cerrar la siniestra cárcel de Guantánamo?

Ojalá, y ojalá acabe con el siniestro bloqueo de Cuba.

¿Obama seguirá creyendo que está muy bien que un muro evite que los mexicanos atraviesen la frontera, mientras el dinero pasa sin que nadie le pida pasaporte?

Durante la campaña electoral, Obama nunca enfrentó con franqueza el tema de la inmigración. Ojalá a partir de ahora, cuando ya no corre el peligro de espantar votos, pueda y quiera acabar con ese muro, mucho más largo y bochornoso que el Muro de Berlín, y con todos los muros que violan el derecho a la libre circulación de las personas.

¿Obama, que con tanto entusiasmo apoyó el reciente regalito de setecientos cincuenta mil millones de dólares a los banqueros, gobernará, como es costumbre, para socializar las pérdidas y para privatizar las ganancias?

Me temo que sí, pero ojalá que no.

¿Obama firmará y cumplirá el compromiso de Kyoto, o seguirá otorgando el privilegio de la impunidad a la nación más envenenadora del planeta? ¿Gobernará para los autos o para la gente? ¿Podrá cambiar el rumbo asesino de un modo de vida de pocos que se rifan el destino de todos?

Me temo que no, pero ojalá que sí.

¿Obama, primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos, llevará a la práctica el sueño de Martin Luther King o la pesadilla de Condoleezza Rice?

Esta Casa Blanca, que ahora es su casa, fue construida por esclavos negros. Ojalá no lo olvide, nunca.



Y gracias a Galeano por escribirlo.

martes, 25 de noviembre de 2008

Soledades


imagen de la red


Entró solo en la casa, y desplomó en el sofá con un suspiro sonoro que nadie escuchó. Unos minutos después se levantó y se quitó el abrigo, dejó las llaves y volvió al sofá. Se envolvió en la manta de viaje y puso la tele con el mando a distancia. La voz de las noticias llenó la habitación durante unos segundos, después anuncios, después un programa concurso, después un fragmento de película..., y así fue pasando canales sin prestar atención hasta quedarse dormido. Cuando despertó eran las tres de la mañana y la tele seguía parloteando ajena a su propia soledad. La apagó y se acostó en su cama solo. Antes de quedarse dormido se dijo "mañana será otro día", y otra voz en su interior le contestó: "y seguirás solo".

sábado, 22 de noviembre de 2008

Tan lejos

Hoy estuve en tus sueños húmedos
lo sé porque al despertar
sentía el calor de tu deseo en los labios.

martes, 11 de noviembre de 2008

El bosque

El bosque no es el mismo de día que de noche. Las sombras son distintas, mi mirada es distinta, mi imaginación tiene alas y mi corazón me hace sentirme vivo. El bosque es extraño por la noche, sus habitantes no son los mismos, me miran atentos, esperando. El bosque es extraño por la noche. Soy un extraño en la noche para el bosque.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cuando la lógica se impone


Mi amigo José Francisco y yo éramos tan buenos amigos en el colegio que decidimos que cuando crecieramos y lo permitiera la ley nos cambiariamos el nombre como signo de amistad, él se lo cambiaría por Juan José y yo por José Francisco. El recreo nos lo pasabamos jugando a los tebeos que a los dos nos encantaban o charlando mientras nos comíamos el bocadillo. Fue él quien me quitó la primera novia que no llegué a tener: "la Chari", y fue él quien me habló por primera vez de la mágica monarquía en términos sospechosos.

Yo era un niño lógico. Mi abuelo Curro decía que hay que aplicarle la razón a todo. En los juegos que hacía para sus nietos siempre había una relación causa consecuencia. Sus nietos teníamos desde pequeños una mirada preguntona que buscaba el por qué de las cosas, incluso antes de que nos llegara esa edad en la que se pregunta por qué a cada palabra que te dicen. Así con ocho años, yo me consideraba un pragmático, aunque no me sabía la palabra.

Jose Francisco me dijo un día en el recreo, los reyes magos son tus padres, y yo sin dudar le dije que eso no era lógico. Bastante bien conocía yo a mis padres, vivía con ellos. Ante la cara que puso mi amigo le dije ¿y como van a dejarle juguetes a niños que ni conocen? preferirían dejármelos a mi.

No hombre, no, dijo Jose Francisco, son los padres de cada uno.

Eso tampoco tiene lógica dije yo, y cómo se ponen de acuerdo para saber qué día dejar los juguetes.

Porque lo hacen siempre el mismo día, dijo él.

Hay muchas cosas que no se sostienen, le dije yo, por qué razón nos iban a mentir en semejante tontería, además si los padres de todo el mundo no se ponen de acuerdo en la mayoría de las cosas importantes, en esta imagínate. Puestos a comprarnos juguetes, ya lo hacen cuando tienen dinero, no comprendo muy bien por qué tendrían que ser los padres.

Jose Francisco se fue donde Gonzalo Chacón y le soltó lo de la lógica y lo del poco sustento de la afirmación. Como ninguno de los tres entendíamos mucho de tradiciones decidimos que el primo de Gonzalo, que tenía dos años más, nos quería engañar, pero que al aplicarle la razón a lo que había dicho le habíamos descubierto.

Era noviembre y así quedó, pero en diciembre a pesar de que llevabamos la razón sin duda, registramos los armarios, y aparecieron cabos sueltos que no habíamos tenido en cuenta, mi madelman, la bici de mi hermana, y resultó que contra todo pronóstico lógico, los reyes eran los padres.

jueves, 30 de octubre de 2008

Cuento conversación para bares: CONOCETE A TI MISMO


Durante una época en mi vida me sentí atraído por las filosofías orientales. Por las artes marciales no, porque, aunque todas al parecer tienen su filosofía, no soy yo muy amigo de ir dándole guantazos y patadas a la gente. Además siempre he pensado que la mejor defensa es bajar de diez segundos en los cien metros, pero como podrán comprobar por el volumen de cerveza en mi prominente estomago, tampoco soy bueno defendiéndome.

Pensé que la filosofía más antigua tenía que ser la china y me compré una versión poética del Tao te kin de Lao Tse. Como no me enteré de nada me compré una versión glosada del Tao Te kin de Lao Tse. Lo poco que había entendido de la versión poética resultó estar interpretado al revés en la versión glosada. Así que decidí que lo mejor era que me apuntase a un curso de filosofía oriental y esto me lo aclararía todo.

Decidí empezar por lo que me pareció más sencillo. El cartel decía CONOCETE A TI MISMO. INTRODUCCION A LA FILOSOFIA ORIENTAL. Impartido por el famoso profesor chinoespañol, o hispanochino como quieran Li Tung Martínez. Yo no lo conocía de nada pero con ese nombre seguro que era famoso, al menos en su colegio todo el mundo lo conocería por el del nombre raro.

Cuando fui a apuntarme al curso, resultó que valía 300 euros por tres días completos con comidas y todo en un hotel de Chiclana Centro, nada de playa, y a dormir a tu casa. Eso sí, para estudiantes valía 290. Como me pareció caro y no era estudiante no me apunté. Pero mientras iba para mi casa en el autobús decidí que no iba a renunciar a aprender algo. Además para conocerme a mí mismo teniéndome tan cerca tampoco hacía falta pagar 300.

Así que decidí irme de marcha conmigo mismo para empezar a conocerme mejor. Hombre, yo creo que es mejor en un ambiente distendido, tomar unas copas, escuchar música. No es que yo quisiera ligar conmigo mismo sino que me parecía más lógico en una primera cita para que no me diera corte hablarme, porque aunque ustedes me ven aquí yo soy un poco cortadillo, encima tampoco sabía cómo era yo mismo, porque si yo mismo era más cortado que yo íbamos a tener que tomarnos unas cuantas para soltar la lengua.

Quedé conmigo el jueves por la noche. Pensé que si a mí me gustaban los cuentos, a mi mismo seguramente también me gustarían y me sentiría más seguro entre los habituales de los cuentos, porque conozco a varios y si la cosa iba mal siempre podría darme plantón a mí mismo y refugiarme en la conversación con mis conocidos. Aunque la verdad me pregunté si yo mismo conocería a la misma gente que yo. Por una parte estaría guay tener amigos comunes conmigo mismo, pero por otra, si yo mismo me ponía a hablar y no me hacía caso poco nos íbamos a conocer. Decidí que me quedaría en el lado de la barra más alejado del escenario y que ya se vería cómo avanzaba la noche. La ventaja de quedar un jueves es que si la cosa no va como a uno le gusta o se ve uno en un aprieto siempre puede decir que mañana tiene que trabajar y que adiós me voy a dormir. (Veo por las sonrisas que alguna ha usado ya esa excusa, no se me ocurrió a mi, me la dijeron).


Llegué al mismo tiempo que yo mismo y eso me gustó, no me gusta esperar ni hacer esperar. Nos pusimos en el lado más alejado del escenario y pedí dos cervezas, una para mí y otra para mí mismo. Claro, como yo y yo mismo somos el mismo y tenemos el mismo cuerpo aunque uno se vea más delgado que otro en distintos momentos y depende de con qué ropa, la verdad es que la cerveza la bebíamos por la misma boca, con lo cual decidimos que en vez de bebernos por turnos la nuestra nos tomaríamos primero una y después la otra, aunque la segunda ya no estaba tan fría.

A pesar de la timidez, del "bueno que" y el "ya ves" y "aquí" y "eso", la cosa no funcionó demasiado mal, y a la mitad de la segunda cerveza ya hablaba con fluidez conmigo mismo, y cogíamos confianza a pasos agigantados. Las pibas eran uno de nuestros lugares comunes porque a los dos nos gustaban las mismas y nos dábamos la razón cuando hacíamos algún comentario sobre los atributos de alguna que acababa de entrar.

A la cuarta cerveza yo creo que podría decir que yo y yo mismo éramos bastante colegas, e incluso con el punto que teníamos, decidimos ligar ahora que estaba el descanso de los cuentos. Fue entonces cuando llegó la primera duda filosófica fuerte, si ligábamos quien estaba ligando, y si llegábamos a los extremos pretendidos, con quién se acostaría ella, conmigo o conmigo mismo, porque no era igual aunque lo pareciera. Para no perder la noche en profundidades decidimos dejar ese discernimiento para cuando no estuvieramos bajo los evidentes efectos del alcohol y conformarnos con lo que en Cádiz se llama "morsegá a las piba", que viene a ser ver lo buenas que están y comentarlo con los colegas, en este caso yo mismo que ya me consideraba bastante colega.

En una de las veces que fui al servicio pensé que en realidad tampoco me estaba conociendo demasiado profundamente pero que por lo menos para una marcha, yo mismo era un tío simpático y divertido, así que me invité a un par de copas más y cuando nos echaron del bar nos tratábamos como colegas de toda la vida. Bueno, en realidad habíamos estado toda la vida juntos, lo que pasa es que habíamos coincidido poco.

Bueno quillo, tu pa dónde va, me dije a mi mismo y me contesté que vivía conmigo, así pude ir charlando hasta mi casa y la verdad es que estuvo bien ese punto filosófico de la charla en plena madrugada por las solitarias calles gaditanas llenas de borrachos, con la ventaja añadida de que no nos quedamos charlando y pasando frío en el portal de ninguna casa.

Ya cuando nos acostamos juntos empezamos a recordar las características fundamentales y que más saltaban a la vista de las chicas que habían estado en el bar ese jueves, y la verdad es que nos empezamos a caldear y llegados a un punto, no se si llamarlo ramalazo gay porque hacerlo con uno mismo aunque uno sea del mismo sexo que uno mismo, no es lo mismo, al menos eso creo yo. Prefiero decir que practiqué el onanismo conmigo y que cuando ya estabamos relajados y a punto de dormirnos dijimos de quedar para otra noche loca, aunque no nos besamos ni nada de eso algunas caricias tiernas sí que nos hicimos.

Pero la verdad es que a la mañana siguiente me dio corte, y no me hablé, y aunque a veces nos reprendemos mutuamente, la verdad es que ya no hemos quedado más, quizás fuimos excesivamente cariñosos para una primera cita, o quizás realmente nos haga falta alguien que nos presente formalmente, algún maestro de filosofía oriental o algo así.

lunes, 27 de octubre de 2008

Vaqueros


Javier Osorio había visto los pantalones en el escaparate. Le habían gustado. Era fácil. Llegar, pedir los de su talla, pagar y llevárselos. Listo. Ninguna complicación. ¿Por qué no te los pruebas?, le dijo ella, a veces las tallas son distintas de unas marcas a otras. No, seguro que me quedan bien. Pruébatelos a esta hora no hay gente y todos los probadores están vacíos. Los vaqueros le quedaban grandes, además te hacen unos bultos muy feos aquí ¿ves?, le tocó cerca de, cerca de, y le ofreció otros vaqueros, de otro color y más caros. Estás más atractivo con esos, dijo ella, te hacen el trasero más bonito, y le sonrió.

Y él como un bobo había caído de nuevo. Se había gastado diez euros más de lo que pensaba en unos vaqueros que seguramente no se pondría porque le apretaban precisamente el culo. Ir a comprar ropa a las cuatro de la tarde no era buena idea. No era buena idea dejarse convencer por cualquier sonrisa de pechos grandes y ojos claros. Era estúpido. Necesitaba un café.


Puso la bolsa del pantalón en la barra y pidió un manchado.Estaba solo en el bar. Verá, acabo de encender la máquina de café y tendrá que esperar unos minutos, si prefiere una copa se la pongo ahora mismo. A Javier Osorio sólo le faltaba eso. Que no, cojones, gritó, he dicho que quiero un manchado y quiero un manchado, o es que hoy todo el mundo me va a convencer de que compre algo que no quiero. El camarero había dado un paso atrás mientras Javier gritaba, después de un instante para reponerse le dijo, tranquilícese caballero puede usted esperar si quiere... Perdona, le interrumpió Javier, seguramente si fueras una piba con dos buenas peras me hubiera tomado lo que me dijeras sin rechistar. La verdad es que no tienes la culpa. Perdona.


Está bien caballero, no se preocupe, le dijo el camarero, ¿Ha tenido una mala experiencia? le preguntó para facilitar el desahogo del cliente. Y Javier se desahogó, y de paso, mientras iba contando, aprovechaba para insultarse a si mismo por lo memo que era. Empezó a tomarse el manchado. Si es que siempre me pasa igual dijo, como soy tan tímido..., y en ese momento entró ella.

Hola, Juan, ¿qué tal la tarde? le dijo al camarero, hola que hay, le dijo a él con un tono que dejaba ver que aún le recordaba, y se sentó dejando un taburete de separación entre los dos.

Lo notaba. Notaba que se estaba poniendo colorado, sentía el calor en las mejillas, en las orejas, y cómo ese calor subía hasta la coronilla. Seguro que estaba más rojo que los taburetes de la barra y ella lo estaría notando y el camarero se estaría riendo por dentro.

Pues aquí, que me he ganado una bronca por tu culpa, dijo el camarero mientras le ponía el cortado de todos los días. Cómo sabe..., empezó a decir Javier y el camarero le señaló la bolsa con la cabeza. ¿Y por qué? dijo ella.

Este señor dice que le has vendido un pantalon que no le gusta pero que como estás buena no te ha dicho nada porque le intimidas con las dos peras que tienes y la ha pagado conmigo.

Javier no explotó. Pensó que la vergüenza y lo colorado que estaba harían que su cabeza estallase, pero no. Ella, mientras el camarero hablaba le había estado mirando a él. Y él, en vista de que su deseo de ser tragado por la tierra tampoco se había cumplido, pensó que lo mejor era decir algo.

Tiene razón, yo me vuelvo muy tímido con las mujeres que..., dijo mirando al suelo como un niño al que le acaban de reñir.

Ella sonrió y le preguntó, ¿te gusto? le gustas a cualquiera, dijo él, estás muy, muy..., quiero decir que tienes unas..., bueno eso, que sí que me gustas.

¿Y por qué en vez de comprarme unos pantalones no me has invitado a cenar?

Pues yo..., yo..., ¿quieres cenar conmigo esta noche? preguntó él.

Si te pones ese vaquero que te hace el culito respingón sí, respondió ella.

sábado, 25 de octubre de 2008

FOTO AMARILLENTA (final)

Cuando reparaste en él tu padre ya le estaba hablando. Como tu madre y tú os acercasteis, él te dejó el tití par que te distrajeras mientras ellos elegían la balanza romana en la que te ibas a subir. Te quitaron el mono para pesarte y te fuiste a pasear por el puerto con la maleta de cartón, tu madre y el animal, -llévatelo y después te lo traes al barco-, te dijo el marino y a tí te pareció bien, aunque no sabías cómo encontrarías su barco. Al mirar atrás desde la gran puerta de la lonja, viste cómo subían un saco en la misma romana que a tí y tu padre y aquel hombre alto seguían hablando. -Lo debió conocer cuando era cocinero mercante,- pensaste.

El paseo terminó delante de un barco pesquero grande, allí esperaban tu padre y el hombre del bigote rojo. Tu padre te dió un beso y tu madre te abrazó, lloró un poquito y te dijo: -te vas con este hombre, sé buena y pórtate bien.-

Cuando entraste en el barco se retiró la pasarela y tu padre desató el cabo y lo lanzó al barco. Dijiste adiós con una mano y con la otra acariciabas al tití sin comprender todavía lo que había pasado...

Todo volvió a ser real cuando te tocó el turno del retrato y el sillón fue a suertes porque la foto la pagasteis entre las tres, pero igual te tocó a ti. El fotógrafo te dió el resguardo y en la historia que me susurraste mientras yo miraba la foto, el resguardo te lo llevaste con el marino francés a la campiña francesa.

¡Vaya olvido! Tu madre fue a recoger la foto y no se la daban sin resguardo.

- Aunque sea su hija, -dijo el fotógrafo-, si no tiene el resguardo tendrá que esperar diez años para poder comprarla.
- Pero no puedo estar diez años sin ver la foto-.

- Si en un mes no viene nadie con el resguardo la tengo que poner en el escaparate durante diez años señora, lo siento.-

Y durante diez años la mirada de tu madre a través del cristal fue poniendo amarilla la foto.

Tal vez tu hermana es ahora mi suegra o algún hijo del fotógrafo llevó la foto hasta donde la vimos. Tal vez mi concuñado tuviera razón y fueras una niña con leucemia, pero esa historia tendrá que escribirla él.

jueves, 23 de octubre de 2008

FOTO AMARILLENTA (II)

-¿Edad?- preguntó de repente.
- Diecisiete-, dijo tu padre pensando en tu hermana Rosa.
- No, de más de diez y menos de trece, que tengo que ensañarla a cuidarme y a cuidar a nuestros hijos.

Tu tenías doce y aunque tu padre te pensaba báculo de su vejez, el francés dijo que pagaba tres veces mil el peso si era más de cuarenta y menos de cincueta kilos.

En la puerta del hostal un joven marinero descubría que las prostitutas dicen no cuando dudan de la solvencia del cliente y el francés quedó con tu padre al mediodía, a la hora de cerrar la lonja, para pesarte y contar el dinero.

Aquella mañana te regalaron la posibilidad de hacerte una foto. Por primera vez en tus trece delgados años te dieron dinero. Llamaste corriendo a tu prima en el edificio de enfrente y a tu vecina, os pusisteis el traje del domingo, que por tener muchos domingos y vosotras la edad del estirón os quedaba algo más corto de la moda. Íbais alegres, ilusionadas, sin interés por saber los por qués.

Al entrar en la tienda un viejo marino francés tropezó contigo y tu te perdiste un instante en la nostalgia de mar de sus ojos claros de mirar directo. El tití se te clavó en la memoria y la cara del marino en la imagnación. Una imaginación que no sabía por qué aquél hombre estaba allí, pero que pudo especular muchas historias. Entre ellas, la de que había ido a la tienda del fotógrafo para hacerse su última foto de soltero porque esa misma mañana compraría esposa. Una esposa joven de la que no sabía sino la edad y el peso aproximado. Pero él no era hombre exigente, simplemente le bastaba con que aguantara su peso en la cama y soportara sus eternos silencios de humo de tabaco. Con eso sería feliz.

El sillón de mimbre fue para tí que para eso pagabas. El fotógrafo te dió un resguardo para el día siguiente y al volver a casa emocionada por el retrato tu madre agarró un pequeña maleta de cartón donde podían caber todas tus cosas, pero cuyo significado no entendiste.

Era raro que tus padres te sacaran de paseo, por eso no te sorprendió la maleta que iba con vosotros, ni los besos de tus cinco hermanos mayores y de los tres pequeños que veían tantos besos que también se apuntaron. Te imaginabas que te empezaban a considerar mayor, la prueba era el dinero, la foto, la salida sóla con ellos dos, delante de los ocho hermanos. A partir de hoy, pensaste, ya no me dirán por la calle "niña, ven pa cá un momentito", sino "muchacha, tu me puede hasé un favó".

En la lonja había muchos charcos formados por la nieve derretida sobre el pescado, un olor muy fuerte a pescado crudo que tu llamabas "oló a sardina" y cientos de gaviotas esperando poder agarrar las basuras. Algunos marineros se llevaban a casa el pescado que no se había vendido o lo repartían con algún amigo, otros hombres empezaban a baldear el suelo con cubos de agua y cepillos de cerda dura.

martes, 21 de octubre de 2008

FOTO AMARILLENTA (I)

He visto una foto amarillenta con tres niñas de unos doce años. Un retrato, una de ellas sentada, las otras dos de pie. Las tres mirando a la cámara muy serias, quizás algo tristes. La niña sentada eras tú y mi concuñado al verte dijo que tenías leucemia. Pero fue a mí a quien susurraste la historia verdadera. No la que ocurrió sino la que podía estar pasando por tu cabeza cuando te hiciste la foto con tu prima y tu vecina.

Al entrar al estudio del fotógrafo lleno de fotos enmarcadas de paraguas abiertos, de decorados de cartón, de sillas y sillones de distintas alturas, tropezaste con un hombre alto que salía. Un marino francés de unos cincuenta años, ojos claros, grandes bigotes pelirrojos y un tití sobre el hombro izquierdo de la trenca azul. Aquel hombrón de pelo cano y voz quebrada por el coñac o el ron se disculpó mirándote directamente a los ojos y tu te pusiste blanca al navegar un instante por los siete mares de sus ojos.

Tuvisteis que esperar a que saliera un bebé de unos ocho meses con sus padres y en la espera, mientras tus amigas continuaban la interminable discusión sobre quén de las tres estaría sentada en aquel enorme sillón de mimbre tu viste al viejo marino en el bar del Callejon de los Negros al lado del puerto. Viste a tu padre tambíen allí, escuchando las mil historias de los navegantes que no estaban aún enfermos como él y sí podían salir a la mar. Viste cómo tu padre invitaba al marino francés a un vaso de ron de caña de Puerto Real, para poder hablar más íntimamente con él porque había dicho que deseaba comprar una niña virgen para casarse con ella y vivir en paz en un pequeño pueblo sin mar de la campiña francesa.

-La mar- decía el marino- no es una buena mujer siempre está esperando un descuido para ponerte los cuernos.

Tu padre empezó a hablarle y a contarle sus historias de cocinero mercante y el marino contó las suyas, y los dos rieron y bebieron y lloraron y recordaron y hubo un momento en la noche en que ya nadie quería oir al francés ni a tu padre en el bar, aún así continuaron las historias, incluso se mostraron cicatrices de naufragios y morenas y tatuajes con nombres de mujer de taberna.

-A mí la mar me echó de su cama -dijo tu padre-, al menos, el médico dice que no podré embarcarme más.

Después de muchas invitaciones de un lado a otro llegó la hora de ir a dormir y tu padre acompañó al francés del mono en el hombro. Sólo los perros callejeros y los serenos arrastraban su vigilia por las calles.

-Sabe, es usted un buen hombre -dijo tu padre- si es verdad que quiere comprar una mujer y promete que la tratará bien, yo le vendo a mi hija.

- Es verdad, y la trataré como a una reina. Además pormeto que no verá jamás la mar una vez vivamos en la campiña, así no se me enfermará de nostalgia.- Dijo el francés mientras caminaba como si se acabase de bajar del barco.

sábado, 18 de octubre de 2008

La familia


imagen de la red

Ese escalofrío que hace temblar un instante todo el cuerpo. Ese que te habla de la inminencia del enfrentamiento o de lo inevitable. Sí, mientras Concha Pérez Laínez subía hasta el cuarto C, se miró un momento en el espejo del ascensor y vio ese temblor descontrolado que acompaña al escalofrío.

No estoy preparada, pensó, aunque a decir verdad nunca había estado preparada. Conchita hija, le diría su madre y la mecha empezaría a arder.

Mientras salía del ascensor soltó todo el aire que tenía dentro para que la inspiración fuera profunda y llenarse de aire de nuevo, lo soltó despacio y volvio a respirar con normalidad al tiempo que tocaba el timbre.

Ya está aquí la tita Conchi, su hermana Laura había llegado antes. Dejó sus cosas, besó a la sobrina, al cuñado, le dijo hola a Tobi agarrándole de los carrillos y rascándole detrás de las orejas y se dirigió a la cocina para encontrarse con su madre, su hermana y los preparativos del almuerzo.

Agarró la olla de mejillones, empezó a ponerles encima la salsa rosa y a colocarlos en la bandeja. La conversación comenzó por la ropa de la niña y las calificaciones del colegio ¡Que dure! pensó Concha Pérez Laínez y le dió la impresión de escuchar como un eco repetido con la voz de su hermana y con la voz de su madre, que dure, que dure. La conversación derivó a la cosmética, media hora y bien, todo relajado. Su cuñado, desde el marco de la puerta de la cocina, con un quinto de cerveza en la mano dijo, abuela, vaya mierda de casco antiguo que no hay un puto aparcamiento, media hora para dejar el coche. Por qué no vas a jugar con la niña, dijo Laura. Está entretenida viendo la tele.

La verdad es que está fatal el aparcamiento en Cádiz, todo el mundo lo dice, dijo la abuela. Su cuñado atacó por sorpresa: ¿cuántos te faltan para los cuarenta, Conchita? Tan de sorpresa fue que no levantó el escudo. Dentro de cuatro meses cumplo treinta y nueve, listo, dijo sonriendo, la vieja es mi hermana que cumple cuarenta y tres. Le dió de lleno. No, digo para los cuarenta novios. La mecha de su hermana se encendió. Conchita hija, la suya también. Estaba harta, los ejercicios respiratorios no habían servido. Son muchos más de cuarenta, se defendió, los tíos son tan debiluchos que no me duran. Pues en mi barrio las chicas con tantos novios tienen un nombre.

Así que cuarenta minutos, era lo que había durado su paz interior en el interior de la paz familiar. Pues hoy no iba a llorar a las primeras de cambio. Hoy Concha Pérez Laínez iba a quemar las naves, estaba hasta, hasta... el coño.

Sí, dijo sonriendo, yo es que soy muy puta, si quieres, como eres el marido de mi hermana te la como gratis en el cuarto de baño.

Conchita por Dios, dijo la abuela, te mereces esa contestación por impertinente, dijo su hermana encendiendo la mecha del marido.

¿Ahora o después de comer? dijo su cuñado para molestar a Laura. Pero Concha Pérez Laínez no se echó atrás: ahora, así me quito el sabor del semen con la comida. ¿No quieres ver cómo tu marido te pone los cuernos con tu hermana? La abuela ya estaba llorando sentada en la mesa de la cocina y él por no dar su brazo a torcer fue al baño y Concha Pérez Laínez fue al baño y Laura muy crispada fue al baño.

Miró a su cuñado y vio la sombra de una duda en sus ojos. Tenía ventaja, se arrodillo ante él, bajó la cremallera y se la sacó. Él no habló, su mujer le miraba con los labios muy apretados. Vaya, si no se te pone dura. Hace años que no se le pone dura, dijo su hermana. Ahora comprendo por qué fue la polla de Alberto y no este colgajo el que enjendró a Laurita...

Todos comían con lágrimas en los ojos. Su madre había suspirado varias veces mientras comía la sopa. Incluso Laurita estaba callada, quizás intrigada por la nueva forma de mirarla de su padre. Tobi en su linea seguía de adorno sin un sólo gruñido.

Ya con el flan por delante, Concha Pérez Laínez preguntó ¿por qué tenemos que venir todos los domingos a meter los dedos en las heridas de los demás? Porque somos una familia Conchita hija, dijo su madre cerrando puertas a otras posibilidades.

Se despidieron con besos y ojos cansados de lágrimas hasta el domingo siguiente. Concha Pérez Laínez le dijo a su cuñado con tono maternal en un susurro mientras se despedían, no te preocupes por lo de la flacidez que se te pasará, y recordó haberlo dicho antes, al menos a un par de sus más de cuarenta novios.

miércoles, 15 de octubre de 2008

¡Qué bien! La niña de las trenzas negras le había regalado una flor y le había dicho, ahora somos novios, me tienes que dar un beso.

Naturalmente, él no se lo había dado. Tenía ganas, pero Manolito y Antonio ya se estaban riendo y no quería que se rieran más, si no iba a tener que defender su honor a pura piña y no podría jugar al futbol en el recreo. Por eso le dijo después del recreo.

Cuando sonó el timbre que anunciaba el final de recreo salió a toda pastilla para la clase, pero Susana había sido más lista y estaba ya en la puerta del aula esperando su beso. En la boca como los mayores dijo. Y se dieron un beso suave y delicado como corresponde a unos niños de nueve años.

Lo que él no esperaba era lo que iba a pasar en la clase. Susana levantó el brazo lo más alto que pudo, y así lo mantuvo hasta que la señorita Nieves le preguntó qué quieres Susana. El Israel me ha dado un beso en la boca y quiere ser mi novio.

Todos sus compañeros se rieron y la señorita Nieves también, él se puso colorado y miró a sus amigos y sus amigos lo miraron.

Mujeres, si no existieran qué sería de nuestros sueños. No sabía lo que significaba, pero su padre lo decía a menudo refiriéndose a su madre, así que lo soltó como si supiera lo que estaba diciendo y todos dejaron de reírse. Menos la señorita Nieves, claro.

lunes, 13 de octubre de 2008

¿Qué son los días grises por la ventana? Nada. Para un loco como él simplemente eran un cambio de tonalidad en las cosas. Era una lástima que en el pabellón no hubiera nadie que creyese ser Dios, así le podría pedir que los días fueran de distintos colores. Le gustaría ver un día lila, por ejemplo, pero sin esos plásticos que le había conseguido el médico.

sábado, 11 de octubre de 2008

Encuentros

imagen de la red


Él se dedicaba a contar los segundos que tardan en caer las hojas de otoño. Ella a soplar insistentemente esculturas de barro para insuflarles más vida de la que ya tenían. En algún momento sus sombras se fundieron pero ellos no parecían darse cuenta de que el sol los miraba con un mismo ojo.

Cada vez que él lo intentaba perdía la cuenta porque las cuatro letras del amor se le cruzaban por la mente. Los árboles se quedaban pelados esperando el invierno y las cuentas sin hacer.

Ella tenía dolor de cabeza porque llevaba todo el día soplando a un pensador de barro que había en el escaparate de una tienda. La dependienta miraba con mala cara y cuando cogió el teléfono se fue al parque donde él perdía las cuentas y se sentó en su mismo banco. Cada uno miraba a un lado pero el sol los miraba con un solo ojo y sus sombras se fundieron.

Me gustaría ser más inteligente para contar más allá del amor, dijo él absorto en sus pensamientos. Me gustaría ser como los dioses para ir más allá de la vida, pensaba ella en voz alta. Sus sombras empezaron a jadear de tan juntas que estaban y de la tierra que ocupaban empezó a salir olor a yerbabuena.

El tiempo entonces suspendió sus labores para ir a secarse el sudor y sus arrugas paralizaron el avance atroz hacia la muerte. Fue en ese instante en que el tiempo no estaba presente cuando sus miradas se cruzaron por casualidad y se vieron obligados a mirarse eternamente mientras el tiempo lamía el curso de los ríos. Para cuando volvió a empujar la noria del mundo ya estaban enamorados, ya sus sombras vivían juntas, ya sus ojos habían entrado en los del otro y habían descubierto un lecho de hojas que soplar y una brisa marina que casi (sólo casi) daba la vida.

Se besaron. Se acostaron juntos y se convirtieron en el placer cotidiano el uno del otro. Él le contaba los lunares de la espalda y las pecas y ella le soplaba en el cogote después de hacer el amor.

viernes, 10 de octubre de 2008

9-12-92

Soledad, soledad de mi amargura
has estrechado tanto los caminos
que tengo que caminar sin vecinos
y mi alma de algodón se vuelve dura.

Soledad, soledad de mi tortura
si en soledad son los pasos divinos
¿por qué meláncolico entre los vinos
de tristeza alimento tu hermosura?

Soledad, soledad que me acompaña
cuando me acerco al lecho de otro río
y sólo hallo cacío de guadaña.

Soledad, soledad del desvarío,
de roca es el aliento que me empaña,
convertiste mi pecho en mármol fríol.

jueves, 9 de octubre de 2008

Conversación para hilar un espectáculo.

¿Saben lo que es un cotilla? un narrador sin estilo. Un voayer de las vidas ajenas. Aunque claro, vidas ajenas, todo el mundo sabe alguna vida ajena. También hay quien dice que es un observador, queda mucho mejor y más intelectual que decir que uno es un mirón.

Yo que me las doy de intelectual tengo que decir que me gusta observar. Atender con la mirada y los oídos hasta descubrir algún punto donde apoyar la imaginación para inventarle historias a la gente.

También así se conoce a la gente, no crean, y la gente le conoce a uno. Unos dicen ya viene el mirón, otros ahí va el cotilla del barrio. Los intelectuales piensan, mira, ese observador tan sagaz, algo estará investigando para su próxima novela, si yo no escribo novelas.

Pero en definitiva, quien se fija en quien se fija también es un posible cotilla. Un poco cotillas somos todos, si no, qué hacen aquí enterandose de las historias, además ¿no se han fijado..., (introducción al primer cuento)

martes, 7 de octubre de 2008

imagen de la red


Concha Pérez Laínez veía cómo aquel tipo en el ascensor se estaba quitando los pantalones.

Concha Pérez Laínez veía cómo aquel tipo en el ascensor se quitaba la camisa.

Concha Pérez Laínez veía como aquel tipo se quitaba sus pequeñas prendas de ropa hasta la desnudez completa.

Concha Pérez Laínez fue besada, magreada, tocada, rozada y babeada, también ella se quitó la ropa.

Concha Pérez Laínez pensó que el ascensor era muy lento o el piso era muy alto mientras mordía a aquel tipo desconocido.

Pensó que tal vez estaba en New York. ¿Pero qué hacía ella en Nueva York?

Poco a poco fue sintiendo cómo todo se evaporaba. O mejor dicho; sintió cómo cobraban fuerza la cama, las paredes, la mesita de noche. Seguía con los ojos cerrados pero era imposible seguir soñando y se daba cuenta de cómo el sueño dejaba paso a la imaginación, así como estaba... a imaginar, se dijo.

domingo, 5 de octubre de 2008

Paranoia de un día con dolor de pies.


Cientos de vidrios, muchos espejos, botellas, frascos, tarros, bombillas, lámparas. Todo desparramado por el suelo de la Tierra. Y los hombres, condenados a caminar descalzos, tratan de sonreirse mutuamente cuando se cruzan para hacerse más llevadera la pena. Pero el dolor de pies es el dolor del cuerpo entero, y cuando los pies están ensangrentados, mordidos hasta el hueso por crueles bocas transparentes duele hasta el alma.

Se cruzan constantemente y se hacen muecas abstractas de falsas sonrisas. La sangre resbala por los cristales y riega los campos. Los campos florecen de sueños gitanos de luna lunera roja de lunares blancos bata de cola roja de lunares blancos espejo blanco.

El único hiperrealista en un mundo de sueños. Los únicos humanos enteros entre muecas cubistas son el fakir, la fakira y los niños fakiritos. Muchos años antes de la condena ya vivían en el vidrio roto.

Los niños fakiritos juegan revolcandose en el vidrio, mamá fakira trabaja sonriendo franca, amablemente a todos los condenados que sólo muestran rostros de dolor eterno y envidia eterna. Papá fakir cocina estupendas ensaladas con tarros de espárragos, frascos de guisantes y de tomates..., y por supuesto, de vez en cuando, cuando piensa que se lo merece, se traga la botella de un buen coñac o del mejor wisky que puede encontrar metiendo sus prodigiosos brazos entre los vidrios rotos.

viernes, 3 de octubre de 2008

La Vane

Imagen de la red


La Vane es la novia de mi vecino, el Juaki, y mi novia dice que viene en bragas a pedirnos sal, o vasos limpios porque los suyos están todos en el lavaplatos. La Vane dice que no son bragas que es un short y un top ajustado. Para mi novia, ya digo, bragas y sostén.

El Juaki y la Vane han hecho una pequeña reforma en la casa y la Vane se ha quedado con los albañiles para supervisar y por si querían algo. Mi novia dice mírala y yo la miro y las tetas de la Vane no se salen por encima del top ajustado porque porque..., bueno no sé por qué, no me explico como no se le salen los melones, debe llevarlos pegados o algo, imagino que los albañiles deben pensar lo mismo. Es verdad que los shorts de la Vane son especialmente parecidos a las bragas del resto de las mujeres con dinero para lenceria.

La Vane también viene de vez en cuando con el cuerpo liado en una toalla para la cara, recién salida de la ducha, a pedir tabaco porque le gusta fumarse un cigarro mientras se le seca el pelo y ya no va a bajar a comprar así liada en una toalla. Mi novia piensa que por qué no, que se le ve menos que con su ropa de diario.

A la Vane también le gustan las transparencias, no, en el pelo no, como se estaban imaginando, sí, en la ropa. Eso de la camiseta debajo no entra dentro de su idea de la moda o algo así, y va como las chicas de la pasarela cibeles. Por supuesto, la Vane no sabe lo que es un sujetador, o los usa de top, no debajo de las blusas transparentes.

Ustedes estarán pensando que la Vane es motivo de discusiones acaloradas entre las parejas de la vecindad. Ya sé, ustedes estarán pensando que qué pelotazo tener una vecinita como la Vane, que es una fantasía erótica de cualquier hijo de vecino con fantasías eróticas, algo así como la tentación vive arriba y la Marilyn y todo eso. Pues tienen ustedes un problema con la realidad.

Su problema es que ustedes no han visto a la Vane. El problema con la realidad de la Vane es que no se ve reflejada en el espejo como la vemos los demás. La Vane no está buena. La Vane no es guapa. Ni siquiera es de esas chicas que tienen un no sé qué que son atractivas. No. Tampoco es simpática. No tiene una conversación inteligente. No sabe ser morbosa, ni mira con deseo contenido ni nada de eso. Como se diría en Cádiz, la Vane ná de ná.

Las demás mujeres del vecindario miran a la Vane como se mira a una chica hortera y gris. Y los hombres del vecindario tratamos a la Vane como se trata en esta ciudad a los "picaítos" (sí, esa gente que tiene una marea menos). Pero quizás en esta ciudad todos tengamos problemas con realidad.

PD: Por si no se lo han imaginado, la de arriba no es la Vane.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Las puertas del pentágono (Final)

Imagen de la red
Me gustaría tener un espejo para poder hacer una comprobación. No sé si pasa el tiempo mientras me decido. Me gustaría saber si me han crecido las arrugas, el pelo o la barba mirándome a un espejo. Supongo que sí, pues la barba me crece y estoy cada vez más hambriento, pero como no sé cuál es la puerta de la cocina, no abro ninguna.

Después de pensarlo lo más seriamente posible creo que tengo que abrir cualquier puerta, caso de que alguna se pudiera abrir. Es más, me debería asomar a todas y decidir después. No importa qué puerta sea la primera. Me he acercado a todas, pero no he reunido valor suficiente para tocar siquiera el pomo. ¿Tendré que morir aquí de inactividad, de miedo y de hambre?

El orín huele cada vez peor, así que me pongo a gritar y me abalanzo sobre la puerta inmaculada de la izquierda y entro con los ojos cerrados. Solo escucho mi grito, así que decido callarme sin abrir los ojos esperando cualquier cosa, por no decir nada. Ahora he elegido mi futuro, aunque puedo perfectamente volver atrás. Como no oigo nada decido abrir los ojos. He avanzado sólo unos pasos más allá de la puerta del futuro y me encuentro en la penumbra de un pasillo. Me separan unos diez metros de un arco a través del cual veo una calle solitaria por donde, al parecer, no pasa nadie.

Decido volver para abrir el resto de las puertas y ver qué hay tras ellas. Me asomo por la puerta por la que he salido y con gran asombro compruebo que en la habitación pentagonal sólo hay una puerta, esta en cuyo umbral me encuentro, busco con la mirada la mancha y con la nariz el olor de mis meados pero estos han desaparecido. Comprendo que la habitación pertenece al pasado o a mi mala memoria, doy media vuelta y cierro la puerta que seguramente desaparecerá en unos instantes y me dirijo a la calle solitaria. Imagen de la red

martes, 30 de septiembre de 2008

Las puertas del pentágono (2ª parte)

Imagen de la red


Me he despertado en una habitación con cinco puertas. Al despertarme no sabía por qué estaba aquí ni quién me había puesto, o si había llegado por mis propios medios. Tampoco sabía por qué puerta había llegado, ni cual de ellas debía abrir, ni si esas puertas representaban mi futuro. Pero después he recordado que cuando me dormí ya estaba en esta habitación y tampoco sabía nada de lo que me pregunto ahora. Recuerdo que pensé que una de esas puertas debía dar a una habitación con una cama confortable, pero como no sabía cuál era no me atreví a abrir ninguna y decidí dormirme en el suelo. Ahora el problema es peor, porque tengo la imperiosa necesidad de saber cuál de las cinco puertas es la puerta del baño, pero no quiero que una simple necesidad fisiológica pueda llevarme a la decisión equivocada sobre mi futuro, porque cada vez se me hace más evidente que traspasar cualquiera de las cinco puertas es ir hacia mi futuro, y nadie quiere que su futuro lo decidan unas simples ganas de mear. Cuando el tiempo tan sólo me alcanza para bajar la cremallera y sacarla me acerco corriendo a un rincón y descargo parte del líquido que escuché en mi interior cuando pegué el oído a las puertas. No me había dado cuenta de que aquello podía ser tan desagradable para mi nariz, desde luego, mi situación en el pentágono empieza a empeorar.

Algo inesperado ha ocurrido. Al haber quedado señalado uno de los ángulos, las puertas han adquirido singularidad. Por una parte, las dos puertas que están en las dos paredes que forman el ángulo señalado.Por otra, las dos puertas inmaculadas cuyas paredes están libres de toda mancha y cuyos ángulos son los de siempre. Y la puerta frente al ángulo de la mancha.

Ahora cada puerta posee su propia individualidad, puedo hacer conjeturas esotéricas sobre cada puerta en particular y decidir por qué debo o no abrirla, caso naturalmente de que alguna de las puertas se pueda abrir. Digamos que ahora tengo más datos. Por ejemplo, la puerta más individualmente señalada es la que mira directamente a la mancha de la esquina y al charco de orines. Particularmente esta puerta me desagrada un poco. Es una, única, mientras las otras cuatro se pueden considerar por pares al menos de dos formas diferentes: las dos más cercanas o lejanas a la mancha o bien las dos de la izquierda y las dos de la derecha. Pero ésta tiene esa especie de individualidad que poseen los líderes y los hijos únicos. Por esta causa me desagrada, aquí en esta habitación, sin otro recuerdo que haber dormido, orinado y pensado en las puertas me siento un poco gris, transparente, diluido, indeciso y una cosa tan clara y rotunda, tan individualmente señalada oprime mi personalidad hasta el punto que no me atrevo ni a acercarme no vaya a ser que se abra sola y me absorba hacia un futuro que yo no he elegido.

Por otra parte, me pregunto si el hecho de haber meado en esa esquina y no en otra obedece a un hecho puramente casual, si la esquina fue elegida por el destino, o si era la esquina más cercana y debido a la urgencia que sentía fue elegida por representar menor peligro de mearme encima. La verdad es que por mucho que intento reconstruir el momento no logro acordarme dónde estaba exactamente cuando decidí que no quería hacérmelo encima.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Las Puertas del pentágono (1ª parte)

Imagen tomada de la red


Aquí hay cinco puertas y las cinco están cerradas. Por alguna de ellas he llegado a esta habitación vacía de tenue luz, pero como todas las paredes son iguales y todas las puertas son iguales, ya no recuerdo qué puerta me trajo aquí. Imagino que cada puerta representa algo en mi vida, que detrás de cada puerta está uno de mis posibles futuros, pero como no recuerdo mi pasado y mi presente es tan extraño, no sé qué puerta abrir.


La habitación tiene cinco paredes y cada pared tiene una puerta. La puerta está justo enmedio de la pared. A partir del marco hasta la esquina hay cinco pasos largos, desde la esquina hasta la próxima puerta hay cinco pasos largos. Deduzco que las lpuertas están justo en medio de su correspondiente pared. Las paredes miden lo mismo y son todas iguales. Si uno se pone de espaldas a una puerta y mira lo que tiene enfrente, esto resulta ser una esquina.

Creo que estoy dentro de un pentágono de cinco lados iguales. Me he tendido en el suelo y he mirado la unión del techo con las paredes y me parece que todos los lados son iguales. El techo es muy alto. Yo nunca había visto una habitación con el techo tan alto. Como la habitación tiene cinco lados y de cada puerta a la esquina hay cinco pasos he calculado que el techo debe tener cinco metros, pero no lo he podido medir.

Me pregunto si llegué aquí por voluntad propia o me trajeron por algo que hice. Si estoy aquí por voluntad propia al menos una de las cinco puertas debería abrirse, si me trajeron para encerrarme no se abrirá ninguna. Las puertas son sencillas, no tienen ningún cerrojo y en sus pomo redondos no hay ranura para ninguna llave. Me he registrado y no llevo llaves. Que tengan cerrojos por dentro no significa que por la cara oculta no los puedan tener.

Debería intentar abrirlas pero no me atrevo. He pensado que dos de las puertas pueden referirse a los sueños, una a los malos y otra a los buenos, en otra puerta debe estar mi pasado y en otra el futuro, pero no sé por qué la quinta. De todas formas abra la que abra siempre será futuro, suponiendo que se puedan abrir, claro. Son puertas anchas y altas, de madera, lo sé porque las he tocado, pero no he sentido ninguna vibración.

He puesto el oído en todas las puertas y en todas ellas se escuchaba lo mismo. Un rumor de mar. Tal vez esta habitación esté hundida en el océano o pertenezca a las bodegas de algún buque. Pero si es así me debo haber acostumbrado al movimiento del mar hace mucho tiempo, porque no lo noto. Quizás la habitación sea una cápsula que navega por el espacio. El espacio podría tener un ruido de estrellas lejanas y de explosiones pasadas y sonaría igual que el rumor del mar. Aunque la explicación más sencilla es que no haya nada que escuchar detrás de las puertas porque el futuro no suena en el presente, entonces ese rumor como de olas se ha producido al presionar la oreja contra la madera y lo único que he podido escuchar son los ruidos de mis propios líquidos fluyendo por mi cuerpo.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Historias a seguir

No se le podría asignar un color o una edad a la ciudad. Parecía que EL PRIMER HOMBRE puso la primera piedra y desde entonces cada ser humano nacido ha dejado algo, algún objeto, algún hijo, algún recuerdo en la ciudad. Es por eso que uno se siente extraño, como observado, como insignificante, cuando está dentro de las murallas.

Dicen que muchas personas ejercieron su poder dentro de la ciudad, pero como todos iban muriendo de forma violenta poco a poco el que tenía ansia de poder se iba a probar suerte en otras ciudades hasta que nadie quiso hacerse cargo de ella ni por la fuerza, ni por mandato del emperador. Con el tiempo, el emperador descubrió que los funcionarios eran la mejor forma de mantener si no controlada la ciudad, sí bajo su bandera.

Uno de estos funcionarios, Arnoldo García, fue el primero en darse cuenta de que los habitantes de la ciudad cambiaban constantemente. Estuvo tres años en la oficina de correos antes de pedir el traslado, y otros tres antes de que se lo concedieran, pero fue a partir del segundo año cuando empezó a elaborar teorías. Nadie enviaba más de dos o tres cartas. Montones de cartas devueltas con el sello YA NO VIVE AQUÍ.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Quiere controlar tu sueño


Quiere controlar tu sueño
Quiere decir tu deseo
Quiere poder
Quiere ser tu único dueño
Quiere que no armes jaleo
Quiere joder.

Quiere ser el presidente
Quiere ser el más votado
Quiere poder
Quiere engañar a la gente
Quiere verte dominado
Quiere joder

Manolo el politiquillo
Piensa que se está labrando
el porvernir
llenándose los bolsillos
trepa, se está preparando
para morir.
imagen obtenida de la red

lunes, 22 de septiembre de 2008

OTRAS VEREDAS PALABRERAS III


Como siempre que hago una foto de estas y la cuelgo es porque se me ocurren varias historias. Esta fue tomada en una calle de un barrio antiguo en Córdoba.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Los nosotros

Michelle es ese tipo de personas que jamás abandona la adolescencia. Una adolescencia positiva y llena de energía que a veces uno dice pufff, porque es difícil convencerlo a uno hoy día para ir a las cinco de la mañana a mariscar cangrejos y pulpos a Caños, o para agarrar la bici un domingo por la mañana.

Michelle se echó novia y se casaron pronto. Ella es varios años mayor que él, se pusieron de acuerdo y tuvieron una hija. Michelle, no tenía un trabajo fijo y por ello ejercía de amo de casa sin mayores problemas que la carga de algunos miembros de su familia y la de algunos "amigos" a los que les parecía que eso de intercambiar papeles...

Tuvieron otro hijo y bien. Pero un día, mientras Michelle se dedicaba a las tareas del hogar y de cuidar al más pequeño pensó que no quería a sus hijos. Inmediatamente pensó que estaba mal pensado porque no está bien no querer a los hijos, pero realmente en su interior una voz decía que no quería. Pero tenía que quererlo y no quería y tenía que quererlo y no quería y teníaquequererloynoqueríayteníaquequererloynoquería....

Cuando su mujer llegó a casa todo era normal. El niño estaba durmiendo después de comer, la comida de ella y de Michelle estaba hecha lista para ser servida. Sin embargo, Michelle no estaba. Bueno, no estaba en el lugar que debía estar, que tampoco sé muy bien cuál es. Michelle estaba dentro de un armario llorando.

Aunque el psiquiatra le dijo que a veces uno desea tirar a sus hijos por la ventana, y que la diferencia está en hacerlo o no hacerlo, Michelle no superó aquel sentimiento de no querer y del deber de quererlos. Dicen que no segrega una sustancia que todos deberíamos segregar para pensar como se debe y no quedarnos pillados en las conversaciones con nosotros mismos.

Sigue siendo amo de casa y cuidando a la perfección a sus hijos, depende de las pastillas, claro. Y los días (o semanas) de bajón, se hace un hueco en el armario para llorar.

La última vez que hablé con él sobre su enfermedad me preguntó que si yo recordaba cómo era él antes, le dije que sí, era el adolescente entusiasmado, pues eso, me dijo, es difícil acostumbrarse a llevar una vida mediocre y aceptarla como señal de que uno está bien.


lunes, 15 de septiembre de 2008

Sin encontrarle título

Unos recuerdos azules se pasearon por el techo de la habitación charlando entre ellos. Durante un momento la conversación paró y lo miraron. Fue un solo instante, después siguieron hablando mientras se dirigían a la ventana. Por allí salieron.

Él se quedó pensando en el color de aquellos recuerdos. Era evidente que le pertenecían de algún modo a pesar de la libertad con que se movían fuera de su cabeza y la indiferencia que mostraban hacia él, de otro modo no podrían llamarse recuerdos. Pero por qué eran azules. Tal vez fueran recuerdos del mar, viviendo en Cádiz uno tiene muchos días azules en los ojos de la memoria. Tal vez eso explicaba la indiferencia con que lo miraban y lo indiferente que quedaba su corazón al verlos pasar. Seguramente eran cualquier recuerdo de verano o cualquier día de pesca. No sé. También estaban las cortinas azules del salón de su tía Ana, allí fue la primera vez que... y otros muchos recuerdos que estaban en aquel salón. Además tenía una camiseta azul que odiaba con tda su alma y también tenía una relación desagradable con aquellos recuerdos de camiseta azul que no se había atrevido a tirar.

Realmente, tiene que admitir que no reconoció a los recuerdos. A mejor eran los recuerdos infernales del vecino de arriba. Eso explicaría que estuvieran de pie en el techo y que lo mirasen con absoluta indiferencia. Aunque lo verdaderamente problemático de haber visto unos recuerdos azules andando por el techo no era el hecho de ser azules, que fue lo que le llamó la atención, sino que lo recuerdos son invisibles.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Los otros

Mi madre cuenta que en el momento del parto de mi hermana, la Virgen de la Oliva se le presentó y le dijo llama al médico que la niña viene malamente. Efectivamente, el médico tuvo que dar la vuelta con su mano a mi hermana para ayudarla a nacer y cuando le preguntó cómo le había dado por llamar a un médico (antes atendían las parteras estas cosas), ella le contó lo de la aparición. El médico no tenía hijos y le quiso comprar a mi hermana, un magnífico ejemplar de bebé de 4,5 kgs. aunque esa es otra historia.


C/ Sacramento. Cádiz.


Mi abuelo Currito el lechero nos contaba que cada vez que pasaba por una parte del camino entre su casa y la casa de mi tía salía una mujer y le pegaba. Era un fantasma. Algo le habrías hecho abuelo, le decíamos nosotros, pero él decía si no me creéis tengo testigos. Efectívamente había muchos testigos. Los testigos no veían nada, pero escuchaban los guantazos, aunque decían que mi abuelo no ponía cara de dolor sino de terror.

Me fui de camping con otra pareja y por la noche estabamos hablando en la puerta de la tienda cuando él se quedó mirando la nada, como si pasara alguien entre las dos tiendas, después dijo qué habrá hecho en vida que arrastra una pena tan grande, y acto seguido se metió en la tienda y se durmió, a la mañana siguiente no recordaba nada.

Mi amiga Loli tiene que dormir con las piernas tapadas porque viene un tío que le quiere cortar las piernas. Esto le pasa desde pequeña. Le sigue pasando. Cuando me enteré y le pregunté, me dijo que el tío venía con un hacha con intención de cortarle las piernas, pero que si dormía con las piernas tapadas no aparecía, lo ve como yo y ella nos vemos y vemos a las personas en la vida real. Aunque sabe (porque se lo dijeron) que no es verdad, ella lo sigue viendo y se sigue tapando las piernas incluso en las peores noches de agosto.

Yo veo pasar muchas personas por la calle, y tengo unos cuantos amigos, de momento, todos me parecen reales, aunque algo extraños...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Historia de amor

Dos de mis primos se enamoraron de adolescentes, pero sus respectivos padres no les dejaron hacerse novios...

Con el tiempo mi prima se separó del marido y a mi primo lo echaron de su casa por pegarle a la mujer. Se reencontraron y vieron que no eran adolescentes. No eran los mismos cuerpos y la vida les hirió el carácter. Aún así se miraron y pensaron que tal vez..., quizás buscando otra oportunidad, quizás intentando regresar en el tiempo. Sí, lo han adivinado. Fue un desastre, lo que eran se impuso a lo que deseaban (si de verdad lo deseaban) y no estuvieron ni una semana juntos.

Mi prima había tenido un novio, hacía mucho tiempo, que la maltrataba y amenazaba con suicidarse si lo dejaba. Mi primo siguió siendo un maltratador, aunque igual de guapo, tiene hijos con tres mujeres distintas. Aunque nada tenga que ver una cosa con la otra.

Pero digo yo que aquella historia de amor en la que participamos los demás primos y amigos de la época facilitando encuentros furtivos, oyendo varias veces el relato de un beso y viendo miradas chispeantes que iban y venían de una cabeza loca a otra cabeza loca, fue una verdadera historia de amor.


lunes, 8 de septiembre de 2008

Agnóstico

Imagen encontrada en la red


Cuando uno dice que no cree en Dios, nada ocurre, a lo sumo algún cándido devoto piensa que uno tiene aún el alma recuperable y durante unos minutos (el tiempo que tarde en darse cuenta de que no) le acosa a uno con amores abstractos y enemigos imaginarios y con preguntas socráticas y con todas esas cosas que uno con el tiempo oye con la misma actitud del que espera a que escampe para continuar una conversación soleada.

Cuando uno dice que no cree que la realidad sea tal como la pintan los políticos, ni tal como la fotografían los periodistas, ni siquiera tal y como era esta mañana desde la perspectiva de uno, nada ocurre. A lo sumo la conversación deriva hacia política alternativa o filosofías individuales que a veces a uno le interesa escuchar (las más), y a veces uno piensa que para qué dijo nada.

Pero (esto tenía que tener un pero), cuando uno dice que no cree en el amor...

Qué quieres que te diga, me pasó como con el cristianismo, al principio le tuve fe, ya sabes, leer a Bécquer (mira que ponerle Gustavo Adolfo al muchacho) y ver a las compañeras de clase en franca progresión hacia el mundo adulto le crea a uno espectativas. Incluso tuve amores no correspondidos e hice versos de adolescente enamorado.

Después tuve una o dos decepciones que no me descreyeron sino que me llevaron a pensar que aún no había encontrado al verdadero amor, a esa edad uno cree, qué coño.

Y llegó el amor verdadero, ese que te hace vivir momentos de película, de novela (o novelón), ese original como no hay dos y etc, etc...

Juas, del amor han opinado hasta los cangrejos, algunos con más prudencia y otros con más pasión, algunos desde la óptica de la razón y otros desde la ceguera del corazón.

Y si uno se va descreyendo a base de lecturas y experiencias, si uno sabe que no se piensa igual desde la ofuscación que desde la tranquilidad de un día de vacaciones en la playa por ejemplo...

Pues sí, está mal visto no creer en el amor y su parafernalia (encima Dios es amor), y parece que uno va a recibir la maldición de un amor negativo pasional por escupir para arriba. Y parece que si uno no cree en el amor ya no podrá escribir una buena historia, ni contactar con el público, ni ser un buen amigo, ni mejorar cada vez que te folle, ni meterse a monja ni a testigo de... esos.

En fin, cada sociedad tiene sus dioses.

PD: No hagas como los cristianos y no preguntes ¿entonces, en qué crees?

sábado, 6 de septiembre de 2008

Historia sin moraleja

Barullito se vino a vivir a Cádiz y se enganchó. Recuerdo que cuando nos dijo que había probado la heroína le echamos un broncazo y le dijimos que era peligroso, pero él contestó que sólo había sido una vez y que no lo haría más. Cuando era consumidor habitual lo que decía normalmente era que la mierda no lo controlaba a él sino que él la controlaba. Cuando era basura decía que la mierda lo mataría.

Tuvo un hijo, se casó, salió y entró y salió y entró y alrededor pasaron esas cosas que pasan...

Barullito fue a ver a mi primo Lolo cuando lo del accidente del quad. Me contó que le había dicho tú que procuras ser feliz y te cuidas por poco te matas y yo que lo llevo intentando varios años con la mierda no lo consigo.

La hermana del Barullito escribió un libro cuyo protagonista no era él, pero el personaje que estaba enganchado se le parecía, y su hermana le dedicó el libro.

Barullito terminó suicidándose como se matan en mi pueblo. Se ahorcó.


Escrútame tus ojos

Sorpréndeme la boca
Sujeta entre tus manos
esta cabeza loca;
Dame a beber veneno
el malvado veneno
que te moja los labios
a pesar de ser bueno.

Alfonsina Storni

jueves, 4 de septiembre de 2008

...consite en saber distinguir la realidad...

Lo de arriba es parte de un texto zen.



imagen de la revista digital quadtreros


Digo yo que en este mundo en que vivimos los límites, mal que le pese a ciertos dirigentes, están muy difusos. El límite entre la razón y la locura por ejemplo, entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción o el sueño....

Mi primo Lolo tenía un quad. Cuando iba al campo con él siempre llevaba ropa adecuada y casco. Imagino lo bien que se lo pasa uno dando botes con el quad y poniédose perdido de barro. Imagino la descarga de adrenalina y estrés...

Estaba de vuelta, se incorporaba a la carretera, unos diez metros hasta la gasolinera, el casco en el codo (total diez metros), y una mano le hizo señas para que se incorporase, dado que su visibilidad no era buena decidió hacer caso y se incorporó justo en el momento en que un xsara a ciento cuarenta intentaba ocupar el mismo espacio....

Cuento todo esto no por lo del casco, ni por el brutal accidente.

La memoria de mi primo se borró. Recuerda haber estado de barbacoa para el cumpleaños de su hija (dos días antes del accidente), y haberse acostado después de que los invitados se hubieran marchado.

Cuando aparece en el hospital, sin poderse mover, con la boca destrozada, una pierna colgando, vendas por todas partes y el cuerpo hinchado y rasguñado, no lo cree. Piensa que esa no es la realidad. Su mente no acepta. Pide despertarse.

Como no despierta intenta cosas que quizás uno intentaría en sueños o porque no quiere soñar esto. A veces se pone violento y dice que como no está pasando da lo mismo.

La primera vez que hablé con él incluso le metía mano a las enfermeras y me decía que daba igual porque no era la realidad.

Después me contó lo que yo he contado de la memoria, pero no se lo creía.

De esto hace un año.

La última vez que hablé con él (ya incluso monta en bici) me dijo que tuvo que aceptar como real lo que le contaron, pero que para él, se acostó después del cumpleaños y se despertó en el hospital. Y que a veces, cuando está solo o cuando entra en algún lugar que debería serle cotidiano siente la realidad un poco extraña.

lunes, 1 de septiembre de 2008

LAS MUJERES Y LOS LUGARES COMUNES

Mujer Dulce

Era una mujer tan dulce que su marido se volvió diabético

Mujer imán

La mujer imán siempre llevaba a los hombres pegados a sus tacones. La mujer imán atraía las miradas de las mujeres y su sola presencia convertía en hombres a los niños. La mujer imán tuvo una relación de atracción fatal y desde aquel día arrastra pesadas cadenas de hierro en su alma.

Mujer dulce II

La mujer dulce tenía los ojos de miel, la boca de mazapán y los pechos de caramelo. Cuando uno se cruza con la mujer dulce siempre tiene ganas de darle un mordisco y los golosos dicen que se la comerían entera. Pero todos coinciden en que la dejarían para el postre o para después de la siesta.

Mujer zorra

La mujer zorra aprende en cabeza ajena, por eso cuando un hombre le dice "te amo" nunca más vuelve a visitarlo.

Mujer modelo

La mujer modelo es tan lista, tan mona, tan simpática, tan buena... que nadie soporta estar a su lado.

Mujer café

Cuando uno bebe en los ojos de la mujer café, ya no duerme en toda la noche.

lunes, 18 de agosto de 2008

Mar amar el mar

Mar amar el mar,
el mismo líquido elemento es el cielo
y es la tierra
y es la madre que espera el regreso
de los continentes
y del contenido de los continentes.

Mar utópico paciente sin importancia
que sólo interesa a los poetas
y a los marinos.

Mar de ojos azules y negros
que te colaste en las personas
para mirar desde dentro.

Mar embarazado de naufragios y zozobras
que pares ahogados de esperanza
y muertos de guerra.

Mar amar el mar,
penetro en ti
y me bañas de cordura de madre
y comprendo que un poema
no es la revolución, ni es el amor.

sábado, 9 de agosto de 2008

Somos

Un roto en el mar,
una pequeña isla de sentimientos
que sólo oye sirenas alrededor:
como en Hiroshima,
como en la Odisea.

Y todo se vuelve oleaje de ilusiones,
rumor de esperanzas en el corazón.
Buceamos hasta los pies del mar
envueltos en lágrimas saladas
y el cieno de nuestras palabras
recubre las ideas que no sabemos,
que no podemos explicar.

(Como los delfines tan sólo somos
capaces de chillar)

Nuestras lágrimas de impotencia
se confunden con el sabor del mar
y las algas crecen en nuestra alma
en la soledad de todo.

Peces que sólo gustan de lo amargo
devorarán nuestras ansias de comunicación.

martes, 29 de julio de 2008

OTRAS VEREDAS PALABRERAS II


En el blog de los sinver propongo un juego con este cartel que provoca mi imaginación hecha a contar historias. Por ejemplo:

¡Qué triste haberla amado tanto y sentir su ausencia resbalar por los cristales!

sábado, 26 de julio de 2008

SONETO PARA UN ADOLESCENTE ENAMORADO

,Durante un tiempo quise montar un taller de literatura sin adjudicar, para que cualquier escritor o persona que desease agarrar algo de ahí y decir que es suyo, lo hiciera. Ese taller es uno de esos proyectos que nunca se realizan, pero que siempre están ahí.

Si algún adolescente (por edad o por mentalidad) desea este soneto, no tiene más que decirlo que se lo puede atribuir, y yo pondré su nombre en otro color con letra más pequeña debajo del poema como si él lo hubiera escrito.

Esto vale para todo lo que en el futuro vaya publicado con la etiqueta que ven abajo.

Sabes que nuestros ojos se encontraron
y saltaron chispas de la mirada.
Mis ojos eran la puerta de entrada
por la que tus pensamientos pasaron.

Nuestra mirada los demás miraron,
nos vieron mirarnos sin decir nada,
nos miramos con la boca cerrada ,
y sólo los que nos vieron hablaron.

Ahora, te hago un soneto sin prisa,
catorce versos preguntan así
como si fueran una suave brisa

¿Me darás una respuesta precisa?
si mañana nos vemos di que sí
con otra mirada y una sonrisa.

viernes, 25 de julio de 2008

OTRAS VEREDAS PALABRERAS




































Que duda cabe que hay unos caminos de palabras más sencillos que otros, que hay poemas más bellos y frases más ingeniosas. Pero también hay informaciones inútiles, títulos diferentes (o peculiares), perros que escriben con faltas de ortografía y haches extercaladas. Son otros caminos que eligen las palabras para encontrarnos y llamarnos la atención.

sábado, 19 de julio de 2008

Relato lógico

El sueño se fue deshaciendo poco a poco en su cabeza y un despertar cansado, perezoso, fue dando paso a la conciencia de las cosas: la mesita de noche, la presencia de sábana y almohada, el día, la sensación de haber despertado muchas veces de la misma forma, las ganas de mear y la obligación. Muchos días tenía la obligación de levantarse pues no se puede llegar tarde al trabajo. Poner los pies en el suelo es decirle hola al día.

Mear, el espejo, el grifo, espuma, after shave, café... Media hora después los últimos lazos de sueño ya se habían desatado. Estaba metido de lleno en la rutinaria actividad del día.

Salió de su casa para saludar a los vecinos de las ocho de la mañana. En la parada de autobús se encontró con las caras impersonales, pero familiares de las ocho y diez. Tal vez faltaba alguno que llegaría ese día tarde al trabajo.

Un conductor de autobús vagamente familiar, un asiento libre y veinte minutos de camino para repasar el futuro inmediato, el futuro diario vagamente distinto del pasado inmediato del día anterior. Pero el futuro siempre está en movimiento, nada se puede predecir desde la certeza absoluta. Sólo del pasado se puede decir sabía que iba a pasar. Le había tocado. No lo sabía, pero le había tocado. Tenía un millón de euros en el bolsillo por cobrar. Sin embargo, en el autobús todo fue el eco de un día repetido que ya no recuerda cuando empezó.

Ahora el lector sabe algo que el protagonista del relato no sabe. Y se puede estar imaginando muchas formas de enterarse. ¿Cómo se entera uno de que le ha tocado la lotería? Comprobando el número, lógicamente. Como la historia ha empezado de una forma que podríamos calificar de realista, con una rutina que al parecer se repite cada día, la misma lógica de la historia debería incluir la comprobación de que no ha salido el número de una forma rutinaria.

Imagina conmigo que el tipo hace lo que tantas personas antes de entrar al trabajo: tomar café mientras le da un repaso al periódico, al menos en Cádiz desde donde te estoy proponiendo la historia hay mucha gente que lo hace. Pues bien, el tipo baja del autobús y se dirige a una cafetería donde saluda educadamente al entrar a unas personas que, antes de que él sepa que es diferente, podríamos calificar de copias con ligeras diferencias de sexo y edad de nuestro protagonista. Todas están allí ajenas, repitiéndose a sí mismas, perpetuando rutinariamente el dia de ayer. Naturalmente el camarero no le pregunta que desea porque lo ve aparecer todos los días laborables a las nueve menos veinte desde hace mucho tiempo y siempre pide lo mismo y ejecuta con suaves diferencias los mismos movimientos. En realidad él no pide nada, simplemente toma asiento en un taburete libre y busca con la mirada el periódico, si está ocupado, mira la página para ver si lo podrá leer esa mañana, si está al principio sabe que ya no, y si es lunes sabe también que no porque todos se demoran mucho en los deportes. Pero en algo le tiene que beneficiar hoy ser el protagonista de la historia, por lo tanto, en el preciso instante en que toma su sitio en la barra el cliente de al lado está doblando un periódico por la mitad en actitud de haber terminado de leerlo y nuestro héroe le pregunta ¿ha terminado?, sí, contesta el otro y deja que retire el periódico de su lado.

No lo había pensado, pero no me negarás, lector, que eso de cazar el periódico del bar tiene su punto de emoción: mirar, localizar la presa, ver si está a tiro, ver si algún otro lector de periódicos de bar está al acecho y por fin, esperar el momento adecuado para atrapar la prensa y sacarle de las entrañas la información del día. En fin, te pido excusas por el exceso de confianza y por haberme dejado llevar por una imaginación carente de perspectiva que nada tiene que ver con la lógica de la historia.

Lo lógico es, sin embargo, que nuestro afortunado amigo no pida nada porque sabe que el camarero le servirá un café como a él le gusta sin necesidad de abrir la boca. Para eso lleva mucho tiempo tomando café todos los días laborables. Saca su paquete de tabaco del bolsillo y se pone un cigarrillo en los labios. No lo encenderá hasta que le traigan el café y consumirá las dos cosas al tiempo.

La lectura empieza. Si supiera, tuviese la corazonada, algún medium le hubiera dicho que le iba a tocar, no sé, alguna de esas cosas, que dejan hueco a la esperanza, pues hubiera ido directamente a comprobar el número. Pero no hace nada de eso porque no es lógico. Yo no sé tu, despierto lector, pero si yo creyese que hay la más mínima posibilidad de que me hubiese tocado, mi mañana no hubiera sido rutinaria, lo primera que habría hecho es comprobar si era rico o no. Pero ese no es el relato que te estoy proponiendo.

La lógica de este relato exige que empiece a leer por los titulares de la primera página, ponga al leerlos distintas caras, la de estar de acuerdo, la de no interesarle la noticia, la de estar ligeramente indignado, la de pensar no si yo ya sabía que iba a pasar... Llega el café, enciende el cigarro, da el primer sorbo y abre el periódico.

Lee todo por encima, todos los títulos, algunos subtítulos y escasos párrafos interiores. También se fija en algunos anuncios, en algunas fotos y comprueba que el número de la ONCE termina en el mismo número que él lleva...

Aquí es donde la historia pierde lógica. Yo puedo imaginar varias formas de continuar, y todas me parecen bien. Seguramente el lector que ha llegado hasta aquí tenga la imaginación algo más aguda que la mía y pueda pensar en una forma más original que las que a mí se me ocurren. Si no estás acostumbrado a ejercitarla y quieres hacer la prueba, tan solo tienes que tapar el siguiente párrafo y pensar tu forma de continuar. Después, si sientes curiosidad por saber lo que yo he elegido puedes seguir leyendo, pero si tu continuación de la historia te parece insuperable o inmejorable o la única lógicamente posible y se te quitan las ganas de saber mi propuesta, no me enfadaré, porque probablemente tampoco me enteraré de que lo hiciste, aunque el futuro siempre está en movimiento y esas cosas.

Esta es mi propuesta:

... termina en el mismo número que él lleva, y entonces enfoca los ojos para leerlo entero. Lo lee y hace un esfuerzo de memoria para recordar el que él compró y casi sin mirar metió en la cartera. Lo recuerda y coinciden. Son treinta mil euros, si también coincide la serie un millón, pero la serie tiene que mirarla en su cartera. Todo esto ocurre rápido y asombrosamente ha entrado en la rutina sin romper nada. Sigue tomando café, fumando y en la tranquilidad del día a día. Saca la cartera y comprueba que le ha tocado. Cierra el diario y paga. Sale del bar. Le ha tocado. Un millón de euros. Es rico. Ya lo sabe pero aún no lo ha asumido y aunque la rutina ha desaparecido, la verdadera reacción aún no ha llegado.

Pero seguro que tú ya has imaginado muchas veces cómo reaccionarías. Y seguramente habrás llegado a tantas formas que no creo que pueda aportar nada nuevo ni original, ni cotidiano a lo que ya has ensoñado. Además está la cuestión de la lógica del relato, en este punto se sale de toda lógica así que prefiero dejarlo ahí.