
Aquella tarde en el campo nos llovió, hicimos el amor bajo la lluvia y después nos refugiamos bajo un arbol, tus ojos, los mios, los ojos del mundo sólo nos miraban a nosotros. El amor fue eterno esa tarde, las promesas parecían juramentos irrompibles y cuando volvimos a ver el cielo despejado era más azul que nunca. Es por eso que en este desierto de amor me ducho vestido y aunque me asomo a la ventana aún empapado el cielo siempre está gris.
1 comentario:
Muy bueno, me impactó la síntesis, la fuerza y la nostalgia.
Gracias.
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