sábado, 31 de octubre de 2009

Más caperucitas y más lobos


Había una vez un lobo gordo, viejo, enfermo de sedentarismo, mala comida y siglo XXI. Pero no por ello menos lobo, no por ello menos fiero, aunque algo menos mordedor que ladrador debido al pobre aspecto que su estampa transmitía.

Caperucitas hay muchas, y el lobo viejo es lobo experimentado, sólo hay que esperar una caperucita que se muestre sensible a palabras suaves con voz de fumador empedernido. El lobo sabía construir muy bien mentiras de caminos largos, y su instinto cazador le hacía tener la paciencia suficiente como para no desanimarse si alguna pieza despertaba de repente del hipnotismo de sus palabras para verle tal cual era, un lobo viejo, gordo y enfermo de siglo XXI.

Caperucita también es moderna, también es de este siglo, pero no deja de ser una caperucita con toda la vida por delante y un deseo animal recién estrenado, inocente, y quizás, maleable.

El lobo es, o se finge, romántico y la caperucita que el lobo espera también lo es, además es una caperucita curiosa que quiere saber lo que hay detrás de los árboles del bosque. El lobo ya lo sabe y promete enseñárselo sin peligros, sin publicidades que tanto daño hacen a las caperucitas.

Pero hay otros cazadores, cazadores de lobos, y cazadores de caperucitas, algunos tan depredadores como el lobo buscan caperucitas, otros, sólo buscan a los lobos porque hay cosas que en el siglo XXI son enfermedades.

Y aunque esta vez nuestro lobo viejo, gordo, enfermo y octogenario haya encontrado el amor. Y aunque esta vez caperucita con sus trece recién estrenados esté dispuesta a dejarse querer por la piel arrugada de la fiera enferma, los cazadores son implacables y caperucita termina en la moto de un quinceañero probando la hierba de la risa y unas manos inexpertas pero jóvenes; y el lobo en una cárcel manicomio donde no tiene acceso al bosque internauta, ni a las fotos de sus caperucitas.


Basado en el Trovador y La princsa de Khalilh Gibram. Imágenes de la red